Las sirenas sonaban como criaturas provenientes de cuentos de hadas, y Osamu estaba muy alejado de ese tipo de fantasías, no creía en la magia ni en príncipes encantadores, por otro lado; Chuuya, no era capaz de ver el mundo sin un filtro de magia y...
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Algo—o muy—consternado, el castaño observaba a Chuuya en silencio, un silencio que pese a todo seguía siendo cómodo, la tormenta había cesado por completo dando lugar a un nuevo sol resplandeciente, sus rayos chocaban con las turquesas escamas de Chuuya generando un brillo llamativo y único.
No se trata de digerir que Chuuya es un tritón, eso lo había digerido hace ya unas horas, lo que era bastante admirable como inquietante. Pero a cada pregunta que le hacía a Chuuya, y a cada respuesta, debía detenerse un gran momento a digerir aquello. Chuuya por su parte parecía bastante tranquilo sentado en la orilla del mar, disfrutando de la sensación del agua colándose por su cola y parte de su cintura de vez en cuando. No tenía problema, almenos ya no, en decirle la verdad a Dazai.
—¿Podríamos recapitular para saber que no me perdí?—dijo con cierto tono de incredibilidad.—Eres un príncipe sirena que-
—Tritón, soy un tritón.—corrigió
—Bueno, eso y-
—Dilo.
—¿Perdón?
—Que lo digas, no es lo mismo una sirena que un tritón.—explicó calmadamente.
Dazai suspirando algo alterado volvió a repetir—Okay... eres un príncipe tritón, que huyo de su palacio oceánico y de su madre sólo por, ¿como dices que les llamas?
—Piedeas de colores y no fue totalmente por eso.
—Bien, en resumen por flores, y luego viniste a vivir aquí donde decidiste un día simplemente ¿acosarme? desde la ventana de mi vecino.—Por más que el tono de su voz era neutral se podía notar lo ofendido e incrédulo que se encontraba.
—¿"Acorsarme"? ¿Que es eso?
Se necesito un par de segundos para que Dazai entendiese que no estaba hablando con una persona por más que pareciese que si, sino con alguien que no entiende nada de costumbres humanas, similar a un niño, por lo que decidió tomárselo a bien y explicárselo adecuadamente como lo haría con un niño. No es que tratase con muchos, pero cuando vivía en su antiguo hogar constantemente debía explicarle cosas a su hermana menor.
—Acosar es, perseguir u observar mucho a alguien sin su consentimiento, es decir, sin su permiso, o invadir su privacidad.
—Y eso es ¿malo?—Quizás esto vaya a tardar más de lo que pensó.
—Si, lo es, es un delito federal en muchos países de echo.
—¿Delito que?
Dazai no es alguien que tenga paciencia, es decir, se mudo a un lugar recóndito solo para no tratar con personas, eso explica mucho sus niveles de tolerancia. Pero al ver de nuevo al pelirrojo confuso, se le hizo imposible enojarse de alguna forma.