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Envuelto en cobijas pesadas pero cálidas, observaba a través de su ventana el exterior

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Envuelto en cobijas pesadas pero cálidas, observaba a través de su ventana el exterior. La poca o nulas personas que aún deambulaban estaban volviendo apuradas a su hogar, el exterior estaba bajo un inmenso nubarrón gris que no parecía mejorar ni disiparse, incluso parecía empeorar a cada segundo. No debería preocuparle, el estaba a la perfección exsxtamente donde estaba, disfrutando el clima frío en el interior de su hogar, interior que pese a no tener ninguna luz encendida tenía la luz cálida del fuego de la chimenea y alguna que otra vela, Dazai decía que se inspiraba mejor de esa forma.

Y aunque le gustaría creer que es solo una nube gris pasando y ya, la verdad es que hace un par de días empezó a escuchar algo de una fuerte tormenta avecinandose, siendo la última prueba hoy a la mañana cuando su vecina le recomendó no salir ese día debido a que podría resultar herido. Entonces, si estaba en un ambiente cómodo y a salvo ¿que le preocupaba?

Ocurre que no puede dejar de pensar en si el chico del río estaría bien, si está a salvo, si tiene un hogar donde dormir, esa y varias cuestiones pasaban por su mente, cuestionas que tomaban mucha más fuerza a cada relámpago que iluminaba el cielo. Que más daba, siquiera sabía el nombre del chico, no sabía nada de él, ¿porque preocuparse? Quizás y el chico ahora mismo esté incluso mejor que el.

Por tanto que se quiera autoconvencer lo cierto es que llevaba más de una hora con el cejo fruncido y una clara mueca de molestia, cada relámpago era una espina que se clavaba en su conciencia, espinas con las que no estaba cómodo. Tiro su cabeza hacia atrás dejando reposar su mente, una actividad difícil sintiendo el vidrio temblar a causa del fuerte viento. Eso había sido todo.

En algún momento se desconecto de su mente, cuando volvió a conectarse se encontraba caminando por la orilla de la costa, forzando sus propios pies a clavarse en las rocas, su cuerpo de vez en cuando flaqueaba e intentaba derribarse como una pila de piedras encimadas. El viento empeoraba a cada paso, maltratando al pobre Dazai y sus ropas, siquiera le dio tiempo de cambiarse y con sus pantalones de pijama y un buzo viejo salió. Apenas lograba ver algo atravesando la ventisca de arena. Frente a él parecía solo haber un infinito desconocido que se mezclaba con el color del cielo, la marea a su lado, descontrolada y fuera de sí no estaban ayudando a su paz mental ¿Y si el chico se había ahogado por esas mareas?

Las únicas veces donde podía ver más allá de sus narices, era cuando algún rayo inundaba el cielo, desesperado por no encontrar a quien buscaba, con las benditas olas golpeando desenfrenadamente las rocas una y otra vez. Sus ojos comenzaban a picar, y su razonamiento llegó quizás demasiado tarde, era impensable salir en ese clima solo para verificar que un desconocido este bien, el no habría ido a buscarlo si fuese al revés.

Si la arena y el fuerte viento no eran suficientes para nublar su vista, las lágrimas que comenzaban a caer si lo eran.

La marea humedecia constantemente las piedras donde Dazai caminaba, un paso erróneo y se resbaló por aquellas rocas, cayó golpeando su cabeza con varias de ellas. Dejo de escucharse el océano y solo podía escuchar el pitido de su cabeza alertando del fuerte golpe. Sin fuerzas ni ánimos por levantarse se recostó de costado abrazando su propia cabeza por dolor, dolía y ardía, aunque aún no sabía si lo que lo tenia así era el dolor de su cabeza, el ardor de la sal y arena entrando por su nariz, o el dolor en algún sitio de su interior que lloraba de soledad y tristeza.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora