XI

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Chuuya conversaba con Dazai de meras trivialidades en el hogar del último, hace una hora había llegado el pequeño Atsushi quien, por mero reflejo fue directo a pegarse al chico de cabellos cobre

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Chuuya conversaba con Dazai de meras trivialidades en el hogar del último, hace una hora había llegado el pequeño Atsushi quien, por mero reflejo fue directo a pegarse al chico de cabellos cobre. Lo abrazaba y jugaba con sus mechones de pelo o con los botones de su camisa blanca, de vez en cuando pasaba sus pequeños dedos por el camino de pecas que había. Pero no había forma de despegarlo y lograr que juegue a algo en otro lado.

Había sido más que probado que Atsushi fue aquel bebé en el mar, también su peculiar forma de crecer. No habían dudas. Como solucionarlo era tarea de Dazai, quien hasta ahora hacía breves anotaciones, y analizaba cada pequeño rasgo o peculiaridad del niño.

Chuuya por su parte, además de entretenerse verbalmente con su nuevo compañero humano, su mente rondaba en aquel—ya no tan pequeño—niño. Su cuerpo pesaba mucho más que la última vez que lo tuvo en sus brazos, y aquella sonrisa de oreja a oreja que se dibujaba en las regordetas mejillas de Atsushi, solo calentaban su corazón. Las pequeñas risitas junto a su notable alegría, se desprendían por todos lados. Chuuya no podía estar más agradecido al respecto, por un corto momento hasta lograba olvidarse del problema que estaban pasando, si el chiquillo era feliz, ahora mismo no le importaba nada más.

—Bien, a lo que vino... —Susurro Dazai, más para si mismo que para el resto mientras se levantaba del banco donde estaba.

Desapareció entre sus habitaciones para aparecer con lo que parecía una "caja" bastante grande a los ojos de la criatura marina.

—¿Que es eso?

—Cosas de laboratorio y medicina, ¿de que otra forma lo estudiaría?

Ambos eran conscientes de que Chuuya no entendía una sola palabra de aquello, pero desde aquel día en la casa de los Akutagawa, confiaba hasta ciegamente en las habilidades de Dazai. Tarea difícil en aquel momento, donde tenía que sujetar con fuerza al pequeño Atsushi para dejarse vacunar.

Y el pelirrojo no iba a mentir, esa aguja incluso a él le daba miedo, ¿como podría afirmarle al menor que no dolería, si el mismo creía que lo hace?

—Shh, tranquilo no te haré nada.

El castaño de forma animada intentaba calmar al pequeño quien por casualidad vio la aguja y comenzó a gritar. Con un pequeño palito de madera, pinchaba a Atsushi por varios lados de su piel mientras jugaba y se reía al son de alguna canción infantil. La sensación de aquel palito comenzaba a darle risa y cosquillas, dejando de llorar y acostumbrándose al sentimiento.

Dazai ánimo con la canción incitando a Chuuya a seguirla, casi cómplice el pelirrojo hizo caso. Mientras Atsushi fijo su vista en Chuuya quien cantaba alegre, el vendado siguió con su juego del palito y sin previo aviso insertó la aguja real, extrayendo de forma rápida muestras de sangre. Su juego infantil pareció funcionar, ya que el menor siquiera sintió la aguja, creyendo que se trataba del palito de madera.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora