II

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La mujer escuchaba con atención lo que su compañero de oficio le relataba, por tanta atención que pusiera en ello, seguía siendo algo difícil.

—¿Un chico pelirrojo de ojos celestes?—pregunta con sarcasmo que, Dazai no notó.

—¡Si! ¿Lo conoces Yosano?

Yosano revisa el horario para comprobar que el turno había terminado. Con una elegancia propia de ella, comienza a ordenar todo lo recién usado y a quitarse la bata de enfermera.

—"Pelirrojo de ojos celestes"... ¿Sabes como se escucha eso? Como si yo fuese a Japón y preguntase por un chico de ojos rasgados y cabello negro.

—No puede haber tantos...¿Verdad?

Yosano detiene sus movimientos para verlo con una ceja levantada y manos en la cintura. Como si fuese una burla hacia su persona, el resto de enfermeros pasaron cerca de ellos y los saludaron cordialmente, cada uno pelirrojo de ojos celestes.

—Claro...—dice algo rendido, a veces se olvidaba que esta en un país nórdico.—Debí sonar como un idiota, lo siento.

La mujer de cabellos artificialmente morados lo ve con cierta tristeza, desde que empezó el turno con Dazai, lo notó más alegre que de costumbre y, por primera vez, no parecía estar enojado con el mundo y consigo. Estaba tan apasionado hablando de aquel encuentro "mágico", que le partía el corazón verlo de esa forma.

—¿Tu vecino no era Fukuzawa?

—Eh? ah...si, aun me sorprende que se conozcan entre todos, lo siento.

—Podrías preguntarle, el sabe de todos los que viven aquí, su hijo quizá también pueda ayudarte.

—¿El mocoso?—dice algo incrédulo.

—Para que sepas, tiene casi tu edad, y es un prodigio para la gente normal como nosotros...—toma su bolso dispuesta a irse.—¿Me estas escuchando?

—Estoy recuperandome del trauma de saber que ese mocoso tiene mi edad, pero gracias, veré si puedo conseguir información.

Yosano le da un apretón en el hombro, y le da una sonrisa que pocas veces le da a algún hombre.—Ya lo encontrarás, adiós Osamu.

Dazai queda parado viendo a la enfermera irse, da vuelta para ver su propio sendero que debería caminar para llegar a su hogar. El sentimiento de idiota lo atacó de repente, se fue casi a la otra punta del mundo para no relacionarse con nadie y volverse un ermitaño; Y ahí estaba, no solo intentando averiguar acerca de una persona, sino que incluso habló con varias más—y ahora mismo iba a hablar con otro par—solo para saber de ese "alguien".

Bastante contradictorio para su filosofía de vida autoimpuesta pero, ese chico, ¿Siquiera entraba en la categoría de "persona"? Se sintió como haber encontrado a la excepción a todo, todas las personas eran horribles y egoístas, inmundas a la vista y al oído, excepto el.

El chico del rio | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora