Epílogo

227 32 4
                                    

Atsushi estaba esperando afuera de la escuela.

Llevaba 30 minutos esperando, ya que este era el primer día de escuela de su hija menor, por supuesto que esperaba que le fuera bien, pero sus nervios no pudieron sino provocar que saliera de su casa extremadamente temprano para ir a recogerla.

—¡Papi! —exclamó la pequeña de 6 años al divisar a su querido padre.

El albino la recibió dándole un fuerte abrazo y cargándola para llevarla en brazos en su regreso a casa.

—¿Te fue bien hoy, cariño? —preguntó de forma entusiasta.

—Sipi, la maestra es muy buena con nosotros, ¡Y ya tengo amigos! —contestó la pequeña con una gran sonrisa y un brillo en los ojos sin igual.

La niña en definitiva no se parecía en nada a su padre, era una pequeña de ojos azules, piel clara, y cabello negro. Sin embargo, eso no hacía que su actitud dijera lo contrario, estaba claro que se tenían un cariño sin igual, tal y como una familia debía ser.

Entre pequeñas anécdotas los dos llegaron a casa, lugar en el cuál los esperaba el delicioso aroma de una comida recién preparada.

—¡Papá! —gritó la niña que saltó de los brazos del albino para correr y abrazar las piernas de cierto azabache.

—Harumi, papá está ocupado sirviendo los platos —dijo Atsushi yendo a ayudar a su esposo y a su hijo. —, ten un poco más de cuidado. Puedes contarle a tu papá y a tu hermano como te fue en la escuela hoy una vez que la mesa este servida.

—Si, papi. —contestó la niña obediente dirigiéndose a su cuarto para dejar sus cosas y cambiarse de ropa.

La pareja terminó de acomodar la mesa, llamaron a sus hijos y se sentaron para poder disfrutar de una buena comida.

Habían pasado varios años desde ese día en el que se convirtieron en pareja, y por supuesto, todo fue viento en popa para ellos.

Los dos pudieron graduarse de la preparatoria—el azabache de forma más sobresaliente claro está—, y se dedicaron a culminar a sus estudios a nivel superior.

Akutagawa era empleado en un bufete de abogados de prestigio en todo Japón, con un gran desempeño y el destino parecía darle buena cara en su trabajo.

Atsushi se dedicó a estudiar literatura, graduándose con honores, y logrando publicar sus primeras obras poco tiempo después.

Cómo todo, tenían altibajos, pero nada que juntos no pudieran superar. ¿Su primer gran reto? El haberse convertido en padres.

Dazai se había casado con Chūya ni bien los dos cumplieron la mayoría de edad, y a los pocos años tomaron la decisión de adoptar un niño. Por supuesto, los otros dos chicos siguieron sus pasos—a su propio ritmo, claro— y poco después de casarse fueron al orfanato, preparados para un cambio en su vida.

Al ser los dos huérfanos, tenían miedo. Ninguno de ellos tuvo alguna vez la oportunidad de apoyarse de apoyarse en sus progenitores biológicos. Sin embargo, los dos sabían que no era necesario compartir lazos de sangre para ser una familia.

La familia eran aquellos en los que podías confiar sin importar nada.

Ellos querían convertirse en la familia de alguno de aquellos niños que aún seguían buscando alguien en quien apoyarse.

De entre todos los niños, un par de hermanos les llamo la atención. Cuando los vieron por primera vez, Hiroshi tenía 7 años y Harumi tenía 4 años.

Ninguno supo bien porqué, pero tal vez el destino simplemente quería que los 4 se convirtieran en familia, tal y como quiso que ellos dos fueran pareja.

Con el tiempo se adaptaron y ahora eran una familia próspera y feliz no les faltaba nada, tenían un hogar lleno de amor y felicidad.

A veces, Atsushi se preguntaba si en verdad era real, si no iba a despertar solo en su cama el día siguiente, si sus hijos en verdad eran felices.

Todas esas veces, bastaba con mirar al amor de su vida, darle un abrazo, un beso, o simplemente compartir una mirada.

Entonces su corazón se calmaba, se dejaba abrazar por aquel amor que de tenían, y pensaba:

"Muchísimas gracias por armar ese plan tan estúpido, Dazai-san"







Fin.

El Plan |•| Shin Soukoku |•| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora