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Las vacaciones habían terminado, esas dulces 6 semanas en las cuales muchos alumnos se fueron a diferentes lados a descansar mientras que otros lo hacían desde la comodidad de sus casas habían terminado.

Akutagawa había pasado unas buenas vacaciones, pero no precisamente por el rato que pasó con su familia, claro que no estuvo mal, pero todo el tiempo estuvo en las nubes por culpa de Atsushi. Aún no creía que se hubiera agarrado de las manos con él, ni mucho menos sabía el por qué lo hacía sentir tan bien. Le había ido a dar apoyo a quien ya podía llamar su amigo, pero él no era una persona que disfrutará mucho del contacto con otros.

Por su parte, Atsushi había pasado sus vacaciones en su casa. Había visto un poco más que de costumbre a su padre y disfrutaba cada minuto que pasaba con él, ya que le tenía un gran aprecio aunque no estuviera muy presente en su vida. Sus vacaciones fueron regulares, aunque no se había olvidado de que se había tomado de las manos con Akutagawa y eso le hacía feliz, solo aceptó que lo hacía feliz por alguna extraña razón y siguió viviendo simplemente. Claramente su inteligencia emocional no era tan escasa como la del azabache.

Antes de que Dazai pudiera llevar a cabo el siguiente paso de su plan debía saber exactamente qué pensaban el uno del otro, y aunque bien podía decirle a Ranpo y sobornarlo con dulces, él quería divertirse interrogando a sus discípulos sutilmente, pero haciendo que fuera incómodo.

¿Por qué incómodo?

Porque es divertido.

Esta vez necesitaba ayuda de Chūya, porque si usaba a Higuchi sería muy sospechoso, además de que ella se opondría a que el incomodara a Akutagawa. Necesitaba que Chūya se lo trajera, la pregunta ahora era como convencer al pelirrojo para que hiciera eso.

Si bien antes le había costado mucho convencer al director Fukuzawa, creía que eso se quedaba corto comparado con cuánto le costó convencer a Chūya de que lo ayudara para platicar con Akutagawa. Lo tuvo que molestar todo el día, todas las clases, lo estaba hostigando en el almuerzo, lo siguió hasta su casa, estuvo molestando desde la ventana, lo espero en la calle y le gritó para seguir insistiendo, lo sobornó con hacerle sus tareas, las compras, cuidarlo, comprarle vinos, ropa, darle dinero, portarse bien con el, no intentar matarse por un mes… hasta que por fin le dirigió la palabra para negociar a las 9 de la noche.

—Entonces, resumiendo, estás dispuesto a no llamarme de ningún tipo de apodo por un mes.

—Si.

—A ningún intento de suicidio durante una semana estes o no solo.

—Correcto.

—A comprarme el vino caro que he anhelado para siempre, el Henri Jayer Richebourg Grand Cru.

—Ajá.

—Y a llevarme a una cita romántica este mes.

—Exacto.

—…En verdad quieres que esos dos terminen juntos, ¿no? —Dazai asintió—…Déjalo en no intentar suicidarte una semana y quiero esa cita.

Dazai sonrió y abrazó a su novio.

—Claro, cariño.

{…}

Akutagawa estaba en verdad confundido, no tenía ni idea de porqué estaba ahí. Lamentablemente se había dado cuenta de que recientemente estaba muy perdido y creía que ahora casi a todo lugar al que iba era por culpa de otras personas y no por sus intereses propios. Empezaba a odiar a la gente en general.

Estaba detrás de la escuela. Era miércoles y Chūya lo estaba llevando cerca de las canchas, pero no tanto, solo lo suficiente para alejarse del edificio principal y al parecer tener una charla privada.

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