Cielo

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Baran apenas pudo contenerse.

La besó.

Con pasión.

Con dulzura.

Con amor

Ella... se había adentrado en su habitación a altas horas de la noche sin ser precavida. Y lo había desafiado nuevamente. Con un gemido, tomó el control del beso que ella había iniciado y esta vez la dejó a su merced entre su cuerpo y la pared del mirador donde se podía contemplar Mardin a sus pies. La puerta de la terraza dejaba entrar una suave brisa en la calurosa noche que no pudo remitir el fuego que Baran sentía en sus venas. Dilan había iniciado un incendio. Y era incapaz de sofocarlo.

Introdujo su lengua aspera más al fondo y la notó temblar. Ella se aferraba con fuerza a sus hombros, mientras también correspondía a ese beso lleno de voracidad con toda la pasión que sentía. Notó su pulso errático cuando él llevó su mano al esbelto cuello de su mujer y lo acariciaba con una sensualidad irresistible mientras con su otro brazo la apretaba hacia sí. Fue muy consciente de cómo Dilan comenzó a jugar con su pasión. Ya no era tímida, una de sus manos se apoyó en su pecho mientras la otra recorría el pelo negro de su marido y lo apretaba aún más a sus labios.

Se entrelazaron en una danza llena de pasión. Y se olvidaron de todo lo demás.

Esta vez, no iba a escabullirse como en las caballerizas. Iba a tomar lo que su esposa le daba. Toda la pasión reprimida explotó en ese beso. En ese desafío que Dilan le había lanzado creyendo que él iba a cambiar de opinión respecto a su divorcio.

Y en cierto modo...

Ella tenia razón...

Se acabaron las contemplaciones. Su férreo deseo de hacerle por primera vez el amor en un lugar bonito se fue al carajo. Porque por primera vez su necesidad era mucho mayor. Y esta vez, iba a pensar en su pasión.

Llevaba meses conteniendose.

Cada vez que olió su cabello, cada momento que la tuvo cerca incluso para coser un simple botón había sido un suplicio para él. Todas las fibras de su cuerpo habían deseado besarla, amarla, tocarla... desde la primera vez que la vió mientras montaba a Firtina

Tenerla entre sus brazos, hacía que se le olvidase todo.

Y así, en esa noche estrellada de finales de verano, con el suave aroma de Mardin traído por la delicada brisa nocturna, Baran Karabey decidió hacerle el amor a su preciosa esposa.

SU esposa.

Y ni siquiera ella podría romper ese vínculo, pensó mientras profundizaba el beso. Era suya. Para siempre.

**********

Dilan volaba.

Estaba en brazos de su esposo. Y la besaba con desesperación. Notar esa mañana su indiferencia le había roto el corazón. Pero comprendió que todo fue una mentira. Ese hombre, que la tenía entre sus abrazos, le estaba demostrando que nunca dejaría de amarla.

Dilan llevó la iniciativa y desabrochó los botones del pijama de su esposo. Necesitaba sentir la suave piel de su abdomen. Y él... quedó sorprendido con la osadía que mostraba. Su pecho se movía salvajemente pero todo su cuerpo quedó paralizado mientras ella dejaba caer la parte superior de su ropa de cama al suelo.

Y la miró a sus ojos.

Estaban abiertos de par en par mientras contemplaba su torso desnudo con adoración. Y tuvo claro algo. Ella siempre sintió algo por él. Sus reacciones, sus caricias... reflejaban la misma pasión que él sentía por ella. Él cogió su mano y la llevó a sus labios mientras sus maravillosos ojos conectaban con la suave mirada de su esposo.

KaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora