Kader

Promesas

Dilan se escabulló a la cocina de la Mansión para preparar el desayuno a su esposo. Sus pies descalzos volaban por encima del suelo de piedra recordando la noche que ambos habían disfrutado. Una burbujeante felicidad presionaba su pecho, esa noche, Baran había sido suyo... y ella... se entregó a ese amor que habían iniciado en ese primer encuentro en las caballerizas.

No podía negarselo ya.

Él le impactó desde la primera vez que sus miradas se fundieron. Y pese a que se resistió tras ser obligada a casarse con él por la maldita deuda de sangre... en un rincón muy profundo de su corazón, siempre supo que sería él.

Incluso en los peores momentos, no pudo negarse que él siempre fue importante para ella. Por eso le desgarró el corazón creer que él había disparado a su hermano. Fue dolor y decepción lo que sintió en ese momento... no... odio...

Nunca le odió.

Pese a todo lo que vivieron, sus sentimientos encerrados bajo mil llaves  apenas pudo reprimirlos. Cada vez que él la miraba con sus profundos ojos leonados, la cuidaba y protegía de su propia familia, su corazón se derretía por él. Ya no podía engañarse. Él se convirtió en su esposo a la fuerza, pero cada gesto, cada caricia y cada mirada que ambos compartieron, les llevaron a crear un intenso amor que tuvieron que ocultarlo incluso a ellos mismos.

Suspiró mientras preparaba el café cargado que tanto le gustaba a Baran recordando la primera vez que él le habló de cuanto la amaba en casa de tía Berivan. Ese día todos los diques cayeron y pudo ver al fin su corazón... pese a que él ya le había demostrado su amor con hechos y no con palabras. Esa mañana encerrados en esa habitación él se declaró al fin... y ella... que no estaba preparada para recibir el profundo amor de su esposo... se bloqueó... y con una sonrisa llena de vergüenza, recordó los momentos que vivieron hasta que al fin pudo hablarle de sus sentimientos...

Esa noche, ella le había demostrado lo mucho que le amaba...

Mientras preparaba unas tostadas y los dátiles y la fruta en el bonito boll decorado, se dejó llevar por los recuerdos de esa noche sonrojandose por lo que habían hecho. Él fue todo lo que soñaba y mucho más.

Su ternura...

Su pasión...

El corazón de Dilan se llenó de estrellas porque supo que Baran siguió amandola pese a todo lo que ella hizo para romper ese vínculo que los unía.

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El negro corazón de Azade bullía de rabia mientras contemplaba a la muchacha en la cocina. Su rostro sonrosado brillaba de felicidad y ella sabía porqué. Al fin, su matrimonio era verdadero. Sabía que separarlos sería mucho más difícil. Pero... iba a conseguirlo. Su sucia sangre no podía mezclarse con los Karabey.

Y se prometió que esa sabandija estaría fuera de sus vidas esa misma noche.

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Dilan llevó el desayuno a la habitación y sonrió cuando escuchó la ducha. Dejó la bandeja en la mesilla de servicio y, nerviosa, se mordió su labio inferior. Acalorada, se dejó llevar por su instinto, y fue hacia la puerta del baño, pero... la timidez la venció. Deseaba abrazarlo bajo el agua de la ducha. Más que nada. Cerró los ojos y se armó de valor. Su mano se posó en el manillar de la puerta y con sigilo abrió, toda la estancia estaba inundada del olor de su fragancia y de los vapores del agua y sus ojos se abrieron de par en par  cuando lo vió en la ducha, ajeno a su presencia.

Era magnífico... su piel salpicada por las gotas de agua, su negro cabello mojado y sus ojos cerrados a la lluvia de la ducha, la hicieron temblar... de emoción y... de deseo. Sin pensar, se quitó su vestido blanco dejandolo caer y, desnuda, entró en la amplia ducha. Sintió el agua caliente en su cuerpo y eso la encendió aún más. Él aún no se había percatado que estaba allí, asíque lo abrazó por atrás, y besó su espalda mientras su largo cabello quedaba empapado.