Tribu

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La brisa del amanecer cubría la mañana. El rocío aún podía apreciarse en la hermosa vegetación que crecía en el lugar bañado por el sol temprano, y la tranquilidad y la paz solo era interrumpida por el sonido de los pájaros. Pero en el corazón atribulado de Ömer Yilmaz esa calma no existía.

Enterró su puño con furia en la tierra de sus antepasados mientras sus ojos fríos, grises como el hielo se llenaban de lágrimas. De angustia, de enfado, de tristeza.

Hoy, debía ser un día para festejar la caída de Baran Karabey.

Y sin embargo... solo una sensación de amarga derrota le corroía su interior. Sabía el porqué. Ella lo había cambiado todo. Cerró los ojos mientras recordaba que fue el Agha quien le enfrentó a la realidad de sus sentimientos por Serap. La mujer que había utilizado para perseguir un fin y que ahora era mucho más que su presa. Sus hermosos ojos le cautivaron desde que posó por primera vez los suyos en ella. Esa atracción fue imposible de entender hasta que Baran Karabey le dió forma, y le pidió que diera nombre a lo que era Serap para él.

Y, a regañadientes, tuvo que admitir que ese hombre que creía que era su enemigo, tenía razón.

El amor, inesperado y caprichoso, había devastado su interior y había borrado la vendetta de su corazón. Miró a la tumba de sus padres y su hermana mientras las lágrimas caían en su regazo, los había fallado. Siempre creyó que cuando se hiciese justicia con el clan Karabey, ese día, visitaría orgulloso la tumba de su familia, pero no fue así. Se sentía vacio. Nunca creyó que alguien pudiese importarle tanto. Ni siquiera lo que había estado persiguiendo durante tanto tiempo, ahora, importaba.

-Perdonadme, por favor... - tocó con manos temblorosas la lápida de su bella madre y su pequeña hermana, mientras sollozaba ante sus nombres.

Hikmet Yilmaz.

Esra Yilmaz.

Dilan Yilmaz.

Su familia, que tanto tiempo atrás había perdido por culpa
de los Karabey, merecían un día feliz, que él no podía darles, porque no podía perdonarse el daño que había causado a la hermosa mujer de la que se había enamorado.

**********

Kerem subió a la azotea de la Mansión Karabey y se fijó en la oscura figura entrecortada en ese amanecer. Se acercó y entonces miró a los ojos de su amigo. La furia y el dolor extremo se reflejaban en su mirada.

-Ya veo que ni siquiera has dormido, Baran, hoy, debes tener tus cinco sentidos alerta...- le vió suspirar mientras su mirada se posaba de nuevo en el horizonte. Siempre había admirado la templanza y fortaleza de Baran como Agha, pero ese amanecer notaba una tensión difícil de comprender para él. Su amigo, había librado numerosas batallas y siempre había mostrado una tranquilidad que hoy no existía.

-La reunión del clan no me importa, Kerem. Esta noche descubrí la verdad de todo lo que vivió Dilan.- Kerem, asombrado, apoyó su mano en su hombro.- Mi intuición no me falló, Kerem, esa maldita mujer la retuvo, y Dilan... ella... por miedo y para protegerme, calló.

Kerem siempre intuyó que esa mujer ocultaba algo.

-No te preocupes, la justicia Karabey caerá sobre ella...- entonces, escuchó una risa amarga salir del interior de Baran.

-Eso no es lo peor, Kerem. Mi padre me ocultó la verdad por un enorme motivo, de hecho, Dilan le pidió ayuda para localizar a Sabiha y la encontró. Está aquí, en Mardin.- Kerem frunció el cejo, sabía que Baran ya hubiera caído como un halcón sobre ella. ¿Qué le ocultaba?

-Baran... ¿qué ocurre? Esa mujer os dañó de la peor forma posible a tí y a Dilan, y sin embargo, estás aquí y no encerrando a esa mujer entre rejas.- Kerem, confundido posó sus dos manos en los hombros de su amigo y le obligó a mirarlo de frente.

KaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora