Amor

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Un sol cegador despertó a Dilan. Cubierta con una colcha blanca, notó el calor del cuerpo de su esposo a su lado. Él estaba frente a ella y dormía profundamente. Contempló fascinada sus facciones. Su barba morena, su nariz aguileña, sus... labios... los mismos que le habían llevado al cielo la noche pasada. Emocionada, recordó su ternura pero también su pasión. Él había temblado tan fuerte como ella. Y una sonrisa enorme iluminó su rostro. Ambos se habían dejado llevar por esa magia que existía entre los dos.

Y no se arrepentía.

Ese sentimiento tan intenso que tenía en su interior por él era su mas preciosa gema. Frunció el ceño. Aun era más incomprensible para ella porque se había marchado de su lado. Debía descubrir qué había pasado entre ellos para acabar ella en Mardin sin él. Pese a su falta de memoria, conocía a su esposo y sabía que algo había pasado entre ellos. Pero su vacía cabeza solo recordaba retazos e imagenes sueltas gracias al relato de Seher...

¡Seher!

Dilan abrió los ojos con sorpresa, ella podía darle respuestas a muchas de sus preguntas. En cuanto pudiese, se acercaría a casa y hablaría con ella. Porque ahora sabía que debía averiguar lo que sea que le había llevado aquí a estar sin él.

Lo miró con ternura y un amor infinito mientras acariciaba su alborotado cabello moreno y su mente se llenó de las imágenes de su pasión compartida. Quería más. Mucho más. Se acercó a oler su dulce aroma y tocó con su nariz la sien de su esposo. Él era magnífico. Fuerte. Tenaz. Poderoso. Y tierno. Verle dormir le hacía parecer menos temible... más... vulnerable... y sólo ella, por ser su esposa, podía ver esa faceta tan maravillosa de su marido. Notó cómo él se movió y sonrió. Deseaba despertarle con un beso... pero tenerle dormido, todo para ella, le calentó en lugares que había descubierto esa misma noche... y se llenó de una osadía impropia en ella... asique cubrió su rostro con sus labios llenándole de suaves besos como alas de mariposa mientras su dedo índice acariciaba el regio perfil de Baran. Y... su otra mano empezó a acariciar los anchos hombros y el fuerte pecho de su marido... ¡Cómo lo amaba!

De repente, un movimiento brusco la sorprendió y sin saber cómo, acabó debajo del duro cuerpo de su esposo mientras sus hermosos ojos la miraban sonrientes. Ella, no pudo contener la sonrisa ahogada...

-¿Estabas despierto?- dijo horrorizada, había estado tocándole impudicamente mientras dormía... o eso creía...- Yo... bueno yo...- y Baran la vió enrojecer. Sus ojos estaban cubiertos de una neblina de vergüenza... y deseo.

Y eso a él le endureció. ¡Por las estrellas! ¡Cuanto había deseado tenerla así! Entre sus brazos y con esa mirada encendida. Esa misma noche la había tocado por primera vez y la había llevado al cielo, y él... había observado sus ojos verdes oscurecerse mientras llegaba al éxtasis. Nunca la había visto tan hermosa. Y era él, quien por primera vez la había llevado a ese lugar, pudo tocar su pureza, oler su inocencia. Y pese a todo, se contuvo. La primera vez de ambos quería que fuera plena y que ella recordase cada ínfimo detalle de su vida con él. Pero ahora... tenerla en su habitación... cubierta únicamente con su colcha blanca y con la mirada llena de deseo... le volvió loco...

-¿Estabas... tocando a tu esposo, Dilan Karabey?.- dijo mientras se acercaba de forma seductora quedando peligrosamente cerca de la preciosa boca de su mujer...

Ella lo vio acercarse con sus ojos entornados llenos de pasión... él... era... demasiado... tentador... y su mente se fundió en blanco...

-Yo... bueno... sí... quiero decir no... no se... sólo... quería... despertarte, creo...- y una perezosa y sensual sonrisa apareció en el rostro de Baran.

Su encantadora esposa.

La misma que podía enfurecerle pero tambien calmarle. La misma que había derribado con su dulzura el muro que él había creado contra ella por la vendetta de sangre. La misma que le había desafiado tantas veces. La mujer que había peleado por su padre enfermo, por Cihan... por él... por todos...

KaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora