Sabiha

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Una oscura sombra se movía con sigilo en la noche estrellada. Su sombra apenas se distinguía entrecortada en las paredes de la ciudad de piedra. Aún temblaba cada vez que pasaba por las familiares calles, plazoletas y recodos. Mardin fue su hogar hace mucho tiempo atrás pero tuvo que abandonarlo junto a su corazón. Sabiha, envuelta en un vaporoso pañuelo oscuro que cubría parte de su rostro y su largo cabello, respiraba con fuerza por el miedo a que la reconocieran, pero por su hija, valía la pena correr cualquier riesgo.

Había citado a Kudret a las afueras de la ciudad, donde el horizonte y la ciudad se fusionaban en el terreno escarpado. Muchos amantes, gritaron su amor en ese lugar y sus susurros aún perduraban en el afilado acantilado y las piedras milenarias. Ella misma, gritó mucho tiempo atrás su amor por el padre de los dos hijos que le fueron robados. El mismo, que más tarde la traicionó.

Contemplando la oscura noche, fue consciente de la llegada del hombre que esperaba. El antiguo Agha. Él ya le había demostrado su desdén, pero esta vez sería él quien le daría explicaciones de todo lo que había pasado su hija en su casa. Ya no podía permanecer ajena a su pequeña. Él le había dicho que se mantuviera alejada de Dilan, pero cuando Havin le contó lo ocurrido, se volvió loca de preocupación, y comprendió que el único aliado que tenía en ese momento era Kudret Bey.

Se levantó ansiosa y se dirigió con paso firme hacia ese hombre alto y de fuertes hombros que la miraba con disgusto en sus ojos, pero poco le importaba, se merecía cada desprecio y a ella solo le importaba su pequeña.

-¿Cómo está Dilan?.- sus ojos angustiados se posaron en Kudret y éste analizó a la mujer. Estaba sufriendo un peor tormento que la muerte. Podía verlo en esos enormes ojos que tanto le recordaban a su Dilan.

-¿Me has hecho llamar para ésto, mujer? ¿No quedó claro que debías alejarte de ella?.- Kudret, pese a sus duras palabras, no pudo abstraerse del dolor que irradiaba Sabiha. Y contempló fascinado, como esa mujer dura y altiva que había conocido se deshacía ante él como una sombra y cayó a sus pies. El pañuelo de seda negro le cubría parte de su rostro y solo sus ojos de colores iridiscentes que se llenaron de lágrimas podía verlos

-No puedo... ya no... creí que en tu casa estaria segura.. y...- la vió levantar la cabeza reflejando una furia desmedida en su mirada.- ...y Havin vió como fue echada de casa de su esposo ante los mayores de la gran familia Karabey. ¿Así cuidas de mi hija? ¿Así la cuida su esposo?

Kudret la levantó con fuerza y entonces su pañuelo cayó de su cabeza dejando visible la hermosa cabellera suelta de la mujer. Su olor quedó en su memoria, tan parecido y diferente al de su Dilan.

-Mujer, ¡cuida tus palabras! Mi madre será castigada como se merece por su Agha, no dudes de los Karabey. Dilan es nuestra joya más preciada, por eso siempre la protegeré de tí y tu maldad.

-¡No la has protegido esta vez! ¡Lo sabes tan bien como yo! Mardin es un hervidero de malos rumores, mañana es la reunión tribal y se está cuestionando el liderazgo de tu hijo precisamente por cómo trata la familia Karabey a su hija...

-¡Tú con tu maldad durante tres meses nos la arrebataste! ¿Cómo te atreves a juzgarnos? Por tu absurda venganza hacia Baran, los destrozaste en un juego maquiavélico... ¿Quién te crees que eres?

Sabiha lo miro temblando de ira mientras Kudret la sujetaba con fuerza entre sus brazos, el pecho de la mujer subía y bajaba con una olla a presión a punto de explotar, y desde esa cercania pudo notar su corazón desbocado.

-¿Quién crees que soy? ¡¡¡Soy su madre!!!

Sabiha entonces lo miró desesperada mientras Kudret no pudo evitar sentir lástima por esa mujer. Ambos, se miraron fijamente y los dos quedaron paralizados cuando una voz profunda e intimidante los interrumpió.

KaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora