Capítulo 15

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Como dijo Mario Benedetti.

A la mañana siguiente me había levantado con dolor de cabeza, soportable, pero con dolor de cabeza, busque por instinto en la mesita de noche los lentes y recorde que se habian partido. Fui directo al cuarto de baño para asearme, minutos después me encontraba en la cocina con Blanca preparando el desayuno.

Le había preguntado cómo es que la casa no estaba vuelta un desastre y que el patio estaba impecable, solo se encontraban las mesas con los manteles ordenados y los globos guardado en la casita donde se guardan las cosas de limpieza para la piscina.

En un tiempo record las chicas y los chicos hicieron toda esa limpieza, me sorprende y también me apena no poder haberlos ayudado con eso.

—¿Que ha pasado con tus lentes? —pregunta mientras estaba sirviendo los panqueques.

Saco el jugo de naranja que estaba en el refrigerador, lo dejo en la encimera, trate de disimular lo mal que me sentia tan solo recordar como fue que los perdí y terminaron en el estado que me los dio Jayden.

—Hubo un pequeño accidente anoche y se partieron.. —aun me duele saber que no los volveré a usar.

—Oh nena lo siento.. no que..

—No se preocupe sra Blanca, me han durado mucho años y fue un descuido mío —trate de que Blanca no se sintiera mal por haber preguntado.

—¿Iras al oftalmólogo a chequearte?

Termino de servir el jugo en los vasos y lo que queda lo guardo en el refri.

—Si, me va a llevar Jayden dentro de una hora —agarro los vasos y los llevo al comedor, Blanca viene más atrás con algunos platos.

—Veo que ya aceptaron sus diferencias —acomoda los platos.

—Sigue siendo de arrogante y mandón —y no miento, podré llevármela bien con el por unos segundos, pero sigue siendo lo que es.

—Ire a llamar a los chicos, tu trae los otros platos que faltan —asiento y me voy a la cocina.

No he querido pensar mucho en el sueño porque es solamente, un sueño. A cualquiera le puede pasar y es como dije, no me va a gustar un chico que vive bajo el mismo techo donde yo trabajo y también donde me hospedo.

Al llegar a la cocina, justo estaba el sentado en la butaca comiendo del plato que había quedado junto con otro más.

Se que es el porque su silueta ya me la conozco y quedo bajo el umbral de la cocina paralizada por unos segundos.

Mi mente se va al sueño que tuve en la noche. Sus caricias, sus palabras, su respiración, sus besos, su mirada tan atractiva. Siento como el rojo carmesí se apodera de mis mejillas con tan solo imaginarmelo de esa manera encima de mi.

Mis latidos empiezan a acelerarse de manera desbocada y mi respiración se agita por como me estoy sintiendo.

—¿Dejaste de admirarme? —su pregunta me hace salir de mis pensamientos.

Arrogante.

Meneo la cabeza para dejar de pensar en eso y me acerco con las manos temblorosas, pero disimulo.

No digo nada y agarro el plato que falta.

—Creo que también te tendré que llevar a que te revisen los oídos —le había dado un mordisco a su panqueques cuando hablo.

Trago grueso y lo miro con cara de pocos amigos, estamos a una distancia donde puedo ver un poco bien su rostro.

—No es gracioso —respondo sin importancia.

Cuando Te Conocí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora