CAPÍTULO 3

83 18 3
                                    

LORENA.

1 mes después...

¡Ya llevaba un mes en Brooklyn! Las semanas pasaron rápido y en menos de lo que pensé, mi relación con Iván había dado un giro de 360⁰.

Había cumplido su promesa. Me llevó a conocer cada rincón de este lugar y supongo que pasar demasiado tiempo juntos tuvo sus frutos.

También tuve algunos encuentros con Timothy y Eliot; aún no he podido conocer a la hermana de Iván, Ivy, ni a Celine. Aunque tengo la sensación de que pronto lo haré.

—Iván... —toco la puerta de su departamento —Ay, señor, ¿qué haces tanto?

La puerta se abre de repente y entro rápido al lugar.

—No sabes lo vergonzoso que fue venir aquí con un pijama —le confieso mientras me siento en su sofá —. Me encontré con tres personas en el pasillo y otra más vino conmigo en el elevador, fue incómodo.

—Pues solo te toca sufrir —responde él sin un atisbo de empatía hacia mí.

Pongo una expresión seria y lo miro directamente. Sin embargo, él suelta una risilla nerviosa y niega rápidamente.

—Se me olvidaba que eres insensible. Nunca creí que ibas a ser capaz —comento frustrada.

Iván suelta un suspiro y me ignora mientras camina hacia la cocina.

—Te compré los croissants de chocolate que tanto te gustan —se acerca lentamente hacia mí.

—¿Son del café de la otra vez? —pregunto, recordando lo deliciosos que eran.

Ese lugar vendía unas cosas que eran un deleite para mi paladar. Ningún otro sitio se podía comparar con ellos.

—Sí. Tuve que hacer media hora de fila para que sepas —responde con un tono de exasperación.

—Eres el me...

Comienzo a decir, pero repente, Iván me mete el croissant a la boca, callándome.

—Come y deja de hablar —me dice y le doy una mordida al croissant antes de sacarlo de mi boca.

—Sabes que te quiero, ¿no? Gracias...

—Mhm, como digas —me recuesto a su lado y él apoya su cabeza en mi hombro.

—Pero no vuelvas a hacer eso —le doy un leve golpe en el hombro y rechista.

—¿Qué hice para merecer esto? —se queja.

—¿Para merecerme a mí? Supongo que solo suerte —respondo con una sonrisa.

—No, para merecer estar con una desquiciada que me golpea por cualquier cosa—niega —. Pensé que eras de buena suerte, por eso te adopté.

Le hago mala cara mientras le saco el dedo de en medio inconscientemente.

—¿Desquiciada? El afecto físico es mi idioma del amor.

—Al parecer, sí lo es, pero las mordidas y los golpes no lo son —bromeó entre risas.

En un acto rápido, el resto de croissant que tenía en mi mano desapareció.
Una de mis reglas es: no juegues con mi comida. E Iván lo hizo.

—Insensible, ¡era el término correcto! Me lo regalaste y te lo comiste. ¡Apenas estaba a la mitad! —me levanto del sillón y le presiono la boca para que lo abra, pero cuando no veo nada adentro, lo suelto —Ya te lo tragaste...

—Jajaja. Te traeré otro —se levanta del sofá  —. Tienes que ser más precavida.

—¿Precavida? ¿De algo que era mío? —me cruzo de brazos indignada.

Inevitablemente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora