CAPÍTULO 1

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Suelto un largo suspiro en cuanto salgo del tren. ¡Esta estación era enorme! Es un simple lugar, pero es tan hermoso, ya me imagino que el exterior debe estar cien veces mejor.

Jalo mi maleta casi por todo el metro buscando la salida. Este lugar es confuso, ya me habré perdido sin haber estado una hora.

El gentío, no me ayudaba y eso me frustraba. Las personas venían de todas las direcciones y chocaban contra mí sin un atisbo de culpabilidad.

Mi vista capta un letrero grande y llamativo que decía "salida". Ya era hora...

Me encamino rápidamente sin perder el objeto, mi objetivo era una sola cosa e iba por todo.

Alguien choca contra mí haciéndome tambalear, suelto inesperadamente el sujetador de la maleta y chasqueo mi lengua cuando escuchó el estruendo del objeto cayendo al suelo.

Me doy la vuelta para cogerlo de nuevo y mis ojos captan un par de zapatillas frente a mí.

—Perdón. Maldición, lo siento mucho, déjame ayudarte—hace el ademán de tomar la maleta y levanto levemente mi rostro para detallarlo—. ¿Estás bien?

Nuestras miradas se juntan y pude detallarlo. Sus cejas estaban ligeramente fruncidas y su boca se movía a gran rapidez. No podía escucharlo, decía más de veinte palabras en menos de un minuto.

El pitido del otro tren llamando a sus próximos pasajeros me devuelve a la realidad y me recompongo rápidamente.

—Sí, estoy bien, no te preocupes. Mira mejor por dónde caminas— le advierto.

Él, en cambio, solo me observaba. ¿Habré sido muy grosera para él? ¿Es lento captando cosas? No creo que yo sea el problema. El desconocido sigue manteniendo contacto conmigo y aparto la mirada incómoda.

Qué raro.

El chico me mira con una expresión de disculpa y asiente, parecía haber captado mi advertencia. Ver su semblante preocupado me hizo sentir algo mal, creo que no reaccioné de la manera correcta y además me quiso ayudar.

—Gracias, aprecio tu gesto de haber querido ayudarme —aclaré —. Supongo que todos estamos un poco apurados hoy —añado con una sonrisa amable.

El chico parece relajarse un poco y asiente con simpatía. Seguía mirándome detenidamente, me imagino que es normal porque no soy de este lugar.

—Sí, es un día movido —responde con una leve sonrisa. Era muy contagiosa —. Espero que tu día sea mucho mejor —agrega antes de despedirse y continuar su camino hacia la salida.

Suelto un suspiro de alivio y retomo mi camino. Eso fue abrumador. Paro en seco al ver unas altas gradas que me llevan hacia el exterior. Lo que me faltaba...

Hago el ademán de levantar la maleta en cada grada sin éxito, pesaba como una roca.

—Ey —levanto mi mirada y me encuentro con el mismo chico de antes. Camina hacia mi dirección y me sonríe —. Déjame ayudarte.

Asiento lentamente, aún despistada por su repentina acción de querer seguir ayudándome.

—Lugares como así ya deberían de tener escaleras mecánicas para evitar estas situaciones. Deberían seguir el ejemplo de los asiáticos —comenta sin borrar su hermosa sonrisa.

Me acababa de dar cuenta de ello.

—Cierto. Eso sería lo más adecuado —aseguré subiendo el último escalón.

Qué hermoso. Quedé embelesada y estupefacta por los altos edificios que tenían una mezcla de estilo antiguo y moderno. Apenas he dado un paso afuera del metro y ya me he maravillado de este lugar.

Inevitablemente TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora