Capítulo 4

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Ellie

Me tiro sobre la cama tan pronto como Maya sale de la habitación. Sabía perfectamente lo que hacía anoche, sabía que estaba bailando con ella... Joder, no bebo hace siglos, pero al saber que venía a la fiesta me descontrolé completamente y terminé pegada a ella casi sin darme cuenta. Debí haberme resistido..., pero no pude.

Hace un año y medio que no hablamos y ha sido la peor etapa de mi vida. Y ahora debo volver al principio.

Las lágrimas resbalan por mis mejillas y las limpio con rabia, ¿por qué no puedo superarla? Pensaba que la había olvidado, que ella ya no podía afectarme, pero estaba equivocada.

Más que equivocada...

Me visto y me escapo a la habitación de Riley, con la cara escondida entre las manos. 

—La he cagado, la he cagado, la he cagado—digo sin parar. 

—¿Ellie?—su cabeza asoma por debajo de las sábanas—, ¿se puede saber qué ha pasado?

—Ayer se me fue la olla, Riley, no debería haber...—me paso las manos por el pelo—, joder. ¿Por qué me acerque siquiera?

Riley sale de la cama, se pone una camiseta y se acerca a mí. 

—¿Qué has hecho, Ellie?—frunce el ceño, confusa.

Respiro hondo y me tomo unos segundos antes de responder: 

—Ayer discutí con John antes de salir, así que cuando llegué estaba de mal humor. Fui a la barra, me tomé dos chupitos y... la vi. Iba con un vestido beige oscuro hasta los muslos, los tacones de su hermana y el pelo recogido, como siempre. Nada había cambiado... pero sentí como si todo lo hubiera hecho. Así que me acerqué a ella, empezamos a bailar y...—miro hacia otro lado—. Pero ella no sabía que era yo. Por un momento creí que... no sé, que no le importaba lo que había pasado y que todo volvería a ser como antes, pero esta mañana... cuando la he mirado a los ojos he visto odio, he visto rencor, he visto dolor, he visto... repulsión. Me miraba como si me tuviera asco, cómo si no me conociera. 

—Ellie... no puedes culparla.

—No, no puedo—susurro—, pero si puedo culparme a mí. Todo esto pasó por mí pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No podía estar con ella, Riley. Ni podía entonces, ni puedo ahora. 

—Quizás si...

—No—la corto—, solo le haría más daño cuando todo terminara. 

—Ellie, no vuelvas a decir eso—ordena, cortante. 

Estoy a punto de replicar, pero me quedo callada. Sé que a Riley le duele cuando digo este tipo de cosas, y entiendo por qué, pero es inevitable. 

Me abraza desde el lado y me quedo apoyada en su hombro. Un rato después, pide comida a domicilio y me quedo a comer con ella, pero sé que tarde o temprano tendré que volver a casa. Por suerte, John y mamá se han ido de viaje—no sé con que dinero, si os soy sincera—, así que estaré sola en casa durante un par de días. 

Alrededor de las seis, me despido de Riley y cojo mis cosas para marcharme a casa. Se me olvidó traerme ropa, así que llevo el mismo vestido que anoche. 

Mientras voy caminando, la conversación con Maya  se reproduce una y otra vez en mi cabeza, sin descanso, junto con todos los errores que cometí con ella durante nuestra amistad. 

—Si podías decirle que yo era una zorra, mala influencia para ti, aunque sabías perfectamente que nada de eso era cierto.

—Fuiste tú la que dijo todo eso, la que jugó conmigo y la que después me contó que en realidad le gustaba mi ex.

—¿Cómo no te diste cuenta de la mentira?

La mentira... la dichosa mentira. Maya no tiene ni idea de que hablaba, esa mentira... no es la mentira que ella cree. 

A solasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora