Epílogo

6 2 0
                                    

Llego la hora de decir adiós... (estoy llorando)

Ellie

Bueno, chicos, no estoy muy segura de hace cuanto tiempo no escribo aquí. Unos siete años, supongo. Os pondré al día. 

Durante todo este tiempo, tanto Maya como yo hemos estado viajando por todo el mundo con nuestros trabajos. Ella abrió su propia marca y yo he publicado varios libros, por lo que nos teníamos que desplazar. Ella por sus desfiles, yo por las firmas. De todas formas, siempre acordábamos con nuestros planificadores estar en las mismas ciudades a la vez para poder estar juntas y, aunque ambas estábamos muy ocupadas, conseguíamos sacar tiempo para estar a solas. 

Si estáis pensando en boda no, no ha habido. A ninguna de las dos nos ha atraído nunca la idea del matrimonio, así que decidimos simplemente dejarlo como estamos. Si algún día lo pensábamos de nuevo y nos parecía buena idea, ya lo haríamos. No es cómo si fuéramos a romper.

Lo que sí que hemos querido ambas siempre, son hijos. Hace un tiempo lo hablamos y llegamos a la conclusión de que deseábamos crear una familia juntas y, tras mucho tiempo buscando, encontramos algunos orfanatos de los que varias personas hablaban muy bien. 

Sin embargo, no nos hizo falta buscar mucho. En el primero que visitamos, vimos a unos mellizos jugando en el patio, un niño y una niña. Vi en el rostro de Maya que algo en ella había conectado con ellos, y yo sentí lo mismo. 

—Se llaman Macie y Max—nos contó la asistente social—. Sus padres eran alcohólicos y llegaron aquí hace unos meses. Son mellizos y cumplen cuatro años en pocos meses. 

Miré a Maya, y después a los mellizos. Por un momento, me identifiqué con ellos, ambos teníamos una historia similar, aunque yo no dejaría que ellos pasaran por todo por lo que yo había pasado después.

Me acerqué lentamente a la puerta de cristal que me separaba de ellos y los observé durante unos segundos. Los dos tenían el pelo castaño claro, y el niño tenía los ojos verdes. Por otro lado, el ojo derecho de Macie era marrón mientras que el otro compartía color con el de su hermano. 

—¿Ellie?—murmura Maya a mi espalda, caminando hacia mí—. ¿Estás pensando lo mismo que yo?

Nos miramos y después volvimos la mirada a la asistente social. Ella entendió de inmediato. 

Estiro las sábanas amarillas de la que será la cama de Macie mientras Maya hace lo mismo con las verdes de la de Max. Estamos a punto de ir a recoger a los mellizos al orfanato, con los que ya hemos hablado un par de veces y nos hemos llevado de maravilla. Los colores de sus camas son sus favoritos, teniendo en cuenta lo que nos contaron cuando conversamos por primera vez. Estaban muy emocionados por ser adoptados. Pensamos que sería complicado por el hecho de que fuéramos dos mujeres, pero no necesitaron explicaciones. Para ser tan pequeños, nos sorprendieron, siendo honesta. 

—¡Nos vamos, chicos!—exclama Maya mientras bajamos las escaleras. Toda la familia ha venido a recibir a los nuevos integrantes de la familia, aunque no les hemos contado nada sobre ellos. 

Audrey, Iver y Nubea son los que más entusiasmados parecen, aunque sus padres y abuelos no se quedan cortos tampoco. 

Con una sonrisa, nos montamos en el coche y conducimos hacia el orfanato, con las sillas ya preparadas. Al llegar, los niños corren hacia nosotros y nos abrazan. 

—¡Mamis!—los ojos se nos llenan de lágrimas ligeramente a ambas cuando los escuchamos. 

Recogemos sus maletas, los colocamos en sus sillitas y vamos rumbo a casa. 

A solasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora