Capítulo 5

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—¡Maya...!

Trato de seguir la voz, desconociendo a quién pertenece o por qué me llama, y corro a toda velocidad en su dirección, pero suena por todos lados. 

Todo es negro a mi alrededor y siento que estoy yendo en círculos. La voz sigue sonando pero ya no distingo de dónde viene. 

Suena aterrada, rota, ansiosa, suplicante de ayuda. 

—¡Maya, por favor!

Sigo corriendo, los pulmones me arden, la cabeza me palpita y las piernas me suplican parar, pero no lo hago. Debo encontrar la voz.

—¡Ayuda!

Esta vez es un grito desesperado que hace que se me hiele la sangre. Intento ir aún más rápido, sintiendo las lágrimas de impotencia corriendo por mis mejillas, y tratando de aliviar el cansancio que dominarme. 

Siento que estoy perdiendo el control de mi cuerpo, los músculos se me adormecen y mi cerebro está poco a poco entumeciéndose. Siento como si me fuera a desmayar en cualquier momento. 

—¡Maya!

Me doy la vuelta cuando suena detrás de mí, pero no hay nada. Solo vacío. Sigo corriendo y corriendo, sin descanso. 

De repente, el suelo desaparece bajo mis pies y caigo a la nada. 

Me despierto de golpe, sudando con la respiración acelerada y un sonido estridente junto a mi oído. Mi móvil.

Lo agarro y frunzo el ceño, confusa, cuando veo que es un número desconocido. 

—¿Quién e...?—intento preguntar, pero la voz de Riley me corta.

—Maya, necesito que vengas al hospital.

Suena asustada y agitada, lo cual es muy extraño en ella, que suele ser una persona muy tranquila. 

—¿Riley?—miro el reloj—, son las cuatro y media, ¿se puede saber que pasa?

—Es Ellie—noto como la voz se le rompe y se me retuerce el estómago—, ha tenido una sobredosis. 

Me quedo rígida. ¿Una... sobredosis? Pero, ¿desde cuándo Ellie toma drogas? 

No me lo pienso dos veces cuando salto de la cama y voy hacia mi armario. 

—¿En qué hospital está?—pregunto. 

Riley me da la dirección del hospital y me visto tan rápido como puedo. Le dejo un mensaje a mamá para que no se preocupe  cuando se despierte y salgo pitando por la puerta. 

Quince minutos después, entro en el establecimiento y veo a Riley en la puerta, ojerosa y visiblemente exhausta. Me acerco a ella y la abrazo con fuerza en cuanto llego a su altura. Se me rompe el corazón cuando siento como su cuerpo se contrae entre mis brazos, sollozando. 

Ya sabía que Ellie fumaba cuando ella y yo aún hablábamos, pero nunca pensé que llegaría a estos extremos, ni sé que ha podido hacerlo. Recuerdo lo cabezota que era, siempre diciendo que nunca iba a pasar algo cómo esto... Otra promesa rota. 

—No pasa nada...—le susurro en el oído—, seguro que estará bien. Si la han tratado rápido, una sola sobredosis no puede hacerle tanto daño ¿verdad?

—No es la primera—la escucho susurrar, y me tenso completamente, tras unos segundos, habla de nuevo—, es la tercera desde que dejasteis de hablar. 

—¿La... tercera?—siento como me tiembla la voz, presa del pánico—, ¿en un año y medio?

Riley se separa y asiente, pasándose el extremo de la manga bajo la nariz para limpiársela un poco. 

A solasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora