Capítulo 17

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Maya

Toco a la puerta de casa de Chiara suavemente. Estoy muy cansada y no hay nada que me apetezca más que quedarme en casa ahora mismo, pero mi madre me estaba empezando a mirar raro por no haber desayunado tanto como normalmente y estaba empezando a sentirme algo incómoda. De todas formas, tengo que contarle a Chiara lo que ha ocurrido con Ellie. 

Un chico de ojos verdes y pelo rubio rizado abre la puerta con su perenne sonrisa encantadora, que se ensancha al verme. Le doy un abrazo a mi mejor amigo, casualmente mellizo de mi mejor amiga, y le doy un beso en la mejilla.

 —¿Dónde está Kiki?—pregunto, normalmente siempre abre ella la puerta. 

—Ha salido con una chica que conoció el otro día en una fiesta—suspira y se pasa las manos por la cara tras sentarse en uno de los taburetes de la isla de la cocina—. Solo espero que esta no sea tan idiota cómo las demás. 

—Sabe cuidar de sí misma, Dante, no tienes de que preocuparte—cierro la puerta de entrada y me siento a su lado. No sé si debería quedarme. 

—Supongo que sí..., ¿para qué venías?—pregunta, agitando la cabeza ligeramente, cómo si se sacudiera las ideas para dejar de hablar de temas que prefiere evitar. 

—Quería hablar con Chiara sobre Ellie—respondo. Esta vez soy yo la que suspira—. Esta mañana ha habido un... problema, si se puede llamar así. 

—Haya pasado lo que haya pasado estoy seguro de que lo arreglaréis—me pone una mano en el brazo—. ¿Quieres hablar de ello?

—No lo sé, Dan. 

—Puedo hacer pasta—se encoje de hombros mientras coge su delantal rosa—. Paccheri a la sorrentina. 

—Odias eso—sonrío débilmente—. Siempre dices que la pasta para la sorrentina es el Schafoti o algo así. 

Schiafoni, querida—me corrige—. Pero mientras estás triste, me importa un poco menos cometer un mini-crimen gastronómico. 

Suelto una suave risita entre dientes. De repente no tengo ganas de nada, y solo de pensar en la de calorías que tiene la pasta ya tengo ganas de vomitar. 

—¿Qué tal con Luka?—pregunto, no me apetece hablar del tema. 

Luka es un chico alemán que conoció durante sus vacaciones hace dos años. Recién se había dado cuenta de que era gay y aún no estaba muy seguro de cómo se sentía al respecto, a pesar de que su familia nunca lo ha juzgado por ello ni lo más mínimo. Luka lo ayudó a sentirse más cómodo consigo mismo y comenzaron a salir cuando él se mudó aquí por sus estudios hace poco menos de un año. 

A todos nos sorprendió, ya que las relaciones de Dante pocas veces duraban más de un mes. No se le da bien comprometerse, pero ahora llevan más de seis meses juntos y ni Chiara ni yo lo hemos visto visto más ilusionado. 

—Bien—veo cómo una sonrisita tonta baila en sus labios—. Creo que es él, Maya. 

—Por algo será—murmuro, forzando una sonrisa, él frunce el ceño cuando se da cuenta de que mi sonrisa no es sincera, y se acerca a mí. 

—¿Qué ha pasado, Piccola?—trata de tomar mi mejilla con una de sus manos, pero lo esquivo. Adoro cuando me llama así, haciendo referencia a mi estatura, de lo cuál a ambos hermanos les encanta burlarse, pero ahora mismo no estoy de humor. 

—Nada, estoy bien. 

—Está claro que no—alarga la mano y coge uno de mis dulces favoritos, zeppole, del armario que tiene a su derecha.  Suelen traerlos para mí cuando van a visitar a su familia a Italia, lo que no suele ser muy a menudo—. Toma, esto te alegrará. 

A solasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora