Capítulo II

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Quedó parado a un lado de la entrada, jugando en su celular al tiempo en que oía comentarios que eran murmurados por algunas madres que estaban allí también. Siempre era igual. Días atrás le preguntaron si se hallaba soltero para poder presentarle a su hija mayor.

Amaba los halagos, no lo iba a negar. A donde iba era el centro de atención. Solo que en esos momentos estaba más concentrado en romper su récord en el juego de la viborita.

Sintió como su ropa era jalada ligeramente, como si tratase alguien de indicarle de que ya estaba ahí. Pestañeó un segundo para perder a propósito. Apenas le había quedado espacio en la pantalla por todo lo que había crecido.

Dirigió la mirada hacia abajo a un costado, encontrándose con el niño de cabellos negros.

Sonrió ampliamente para guardar el teléfono y acuclillarse a su altura.

—Hola, pequeño Megumi— posó una mano sobre su cabeza para despeinarlo, provocando que él cerrara los ojos con molestia.

—Ya vámonos. Quiero ir a jugar con Tsumiki— dijo serio para comenzar a caminar mientras que el mayor lo seguía con la vista.

—Como tú digas— se levantó para alcanzarlo con pocos pasos —. ¿Quieres que te compre algún dulce para que compartan?

—No.

—¿Alguna bebida gaseosa?

—No.

—¿En serio? ¿Ni un solo bocadillo?

—No.

Una de las cejas del que tenía los cabellos blancos tembló ante la actitud del pequeño.

—Aun así, nos vamos a detener a comprar algo— ignoró todas sus negaciones —. Cuando los lleve y veas que Tsumiki los comerá, tú también lo harás.

El niño no respondió. La sonrisa en Satoru Gojo se expandió ante ello que le afirmó lo que decía.

—Cuéntame, ¿qué hiciste en la escuela? ¿Te portaste bien?

—Qué importa.

El comentario de todos los días.

—Siempre tan comunicativo tú— y posó una mano en la cabeza del infante que no hizo más que fruncir el semblante.

No había forma de librarse de él desde hacía meses. El lado bueno, era que le facilitaba la vida a Tsumiki y a él.

—Vi una de esas criaturas de las que sueles hablar.

Sonriendo de forma sorpresiva, volteó a ver Megumi. Finalmente se manifestaba.

—Vaya, vaya. ¿Y te asustaste?

—Yo no le tengo miedo a nada— siguió con su seriedad al tiempo en que la mano del mayor se escondía en un bolsillo de su pantalón —. Era muy fea esa cosa.

—Nunca te dije que fueran lindas— comentó con diversión —. ¿Dónde la viste?

—En un salón de niños mayores.

—Me tocará enseñarte cómo eliminarlas. La técnica de la familia Zenin es bastante útil.

Fushiguro no respondió, deteniéndose en una esquina junto a Gojo para ver a ambos lados antes de cruzar. El adolescente se desconcentró unos segundos mientras que su vista se dirigía a un grupo de estudiantes que salía también de clases. Seguramente debían de tener la edad del niño con el que iba.

—Oye— lo llamó para volver a alcanzarlo en dos pasos —, ¿ya has hecho amigos?

—¿Para qué?— preguntó sin interés en el tema.

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora