Capítulo XXX

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—Oye, te quedaba mejor el listón en el cabello.

Tras ver dónde se había clavado la flecha que acababa de lanzar, volteó en dirección a Nagai, una compañera que rondaba los veinte años.

—Ah, hola, Nagai— apoyó con cuidado en arco en el suelo, para asentir en forma de saludo.

La nombrada imitó su gesto, con un semblante cansado. El que siempre acostumbraba.

—¿Tú dices...?— alzó una mano a tocar sus cabellos que ataban en una ajustada coleta alta mientras que la otra afirmaba con la cabeza.

—¿Acaso lo perdiste al igual que el otro? ¿O tienes muchos listones?

Era de esperarse una buena observación de una de las mejores alumnas de esas clases.

—Se me perdieron— comentó apenada, sonriendo de la misma manera al tiempo en que llevaba una mano a su nuca —. No los ajustaba bien, es todo.

No tenía y ni quería explicarle respecto a la verdad de lo sucedido. Sería dar muchas vueltas para alguien que no conocía del tema.

—Oye, venía a comentarte de otra cosa— la muchacha parecía que acababa de recordar algo.

Pero apenas abrió la boca y señaló a sus espaldas con el pulgar, varios chillidos se oyeron en ese campo de entrenamiento. Todas las miradas se habían posado en el chico de blancos cabellos y ojos azules que recién llegaba, incluso vistiendo el uniforme de ese bello arte.

La mandíbula de ______ cayó de la sorpresa. ¿Pero qué le pasaba? Por su parte, Nagai regresó sin muchos ánimos a verlo.

—Eso quería decirte... Vi a tu amigo en recepción cuando llegué.

—No es mi amigo— habló al recobrar el aliento.

No podía creer lo guapo que lucía el hakama y todo lo demás en él. La vez anterior que se metió a la clase fue con su extraño uniforme de un oscuro color. ¿Se había inscripto?

En serio, no podía creerlo en lo más mínimo.

Pasó a un lado de ellas, quitándole el arco a Ito y dejando en su lugar sus gafas oscuras. Arqueó una ceja para seguirlo con la vista, con cierta molestia.

Aun con todas las voces que murmuraban o hablaban en voz alta, él las ignoró como si no estuvieran allí, para realizar cada movimiento con delicadeza. Incluso el quitarse una manga, que provocó más de un chillido al dejar al descubierto parte de su fornido pecho.

Tuvo que desviar la mirada, sintiendo su rostro enrojecer todavía más por la imagen de costado que brindaba. Posó los ojos en los lentes oscuros que tenía en una de sus manos que alzó para observarlos mejor. Se sorprendió al percibir que no podía verse nada tras el cristal, por más que intentara ver desde distintos ángulos.

Oyó algunos vítores cuando notó que de nuevo había dado en el blanco y varios aplausos. Incluso el de su maestro que se detuvo a su lado.

—Joven, mi idea era pedirle una demostración a la señorita Ito, no que le quitara su arco— mencionó el mayor mientras que Gojo volteaba a verlo con una sonrisa victoriosa, luego de gozar de los halagos de las personas —. Pero debo de admitir que ha sido impresionante. ¿Usted fue el mismo del que he oído hablar? Ese chico que llegó un día y brindó todo un espectáculo.

—No creo que alguien más sea capaz de algo así a la primera, señor— se aproximó estirando el brazo que tenía el arco a ______ para devolvérselo, con la vista puesta en el mayor —. Soy de una madera especial.

—Lo noto, y percibo que está al tanto de eso.

La fémina tomó el arco confundida, para ver cada mano que tenía cosas distintas, sin saber cómo desaparecer de ahí.

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora