Capítulo VII

7.4K 815 220
                                    

Transcurrió una semana demasiado tranquila para ella: asistiendo a kyudo con la sospecha de que Jouji podía apellidarse Gojo; yendo a lo de su abuela y tener a Shukumei sobre su cabeza moviendo algunas ramas de romero; y sintiendo cada tanto una extraña energía maldita, que solía ser la misma que sintió esa tarde que fue a disculparse con su abuela.

De nuevo comienzo de semana.

Masajeaba su nuca mientras se hallaba caminando sola. Su amiga se había quedado unos minutos de más en el club para hacerle algunas preguntas al líder que llamó su atención.

Llevaba un rato andando, incluso ya se topó con los niños de la vez anterior que pasaron corriendo.

Se detuvo un momento, pensativa. ¿Y si iba a ver si se topaba de nuevo con ese niño?

Sería extraño y, aunque fuera en contra de todos sus pensamientos, le generaba curiosidad. Se debatió mentalmente antes de dar un paso en otra dirección, tratando de recordar por dónde la había llevado Keina Arai.

Procuró apresurarse por si llegaba a perderlo de vista. ¿Se encontraría bien? Era apenas un niño. ¿Habría alguien que lo cuidase de todo lo que comenzaba a experimentar?

Al llegar a la calle en que lo cruzó a él junto a la otra niña, no percibió nada.

Respiraba agitada, tratando de regularla de alguna manera. Si seguía con esa estupidez, se retrasaría para alistarse para su clase de kyudo.

Quedó parada allí un par de segundos, tratando de ver entre las personas que pasaban. De todos modos, nada.

—Oye.

Ante una voz tan seria se sobresaltó para girar a ver de quién se trataba. Nadie. Y bajó la vista, encontrándose con ese niño que parecía que había jalado a la otra niña hasta ahí.

Por lo que parecía, regresaron por sobre sus pasos tras notarla de alguna manera que no podía imaginar.

—¿Eres hechicera?

No sabía cómo responder exactamente a eso, y más con todos los que pasaban por ese lugar.

Se acuclilló acomodando la falda de su colegio, quedando un poco más baja que ambos infantes.

—Algo así.

—Eres débil por lo que siento.

—Megumi...— dio un ligero tirón a su brazo la mayor, en medio de un murmuro, regañando al llamado Megumi.

—Así soy feliz— respondió tranquila, haciendo su mejor intento de no sentirse herida por algo que era más que cierto.

—Te ayudaré a ser fuerte.

Sus seguras palabras provocaron que abriera los ojos y una sonrisa fuese surcando sus labios. Retuvo una risa que quiso escaparse a todo o nada. ¿Cómo un niño podía estar diciéndole eso?

Hasta le llegaba a dar ternura.

Y, ahora que decía algo así, se percataba de que no sentía su energía maldita a pesar de estar muy cerca. Parecía que sí había método para controlarla perfectamente.

—No hace falta, pequeño. No me importa nada de esto en lo más mínimo— sonrió con una pizca de dulzura.

—No quiero repetirlo dos veces.

—Megumi— reiteró la acción la mayor para voltear a _______ y hacer una reverencia —. Disculpe, señorita, por la actitud de mi hermano.

Uno con energía maldita y el otro no, ¿cómo era eso posible? ¿Un clan que pasaba lo mismo que los Ito?

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora