Capítulo IV

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Un par de días habían transcurrido desde que visitó a su abuela y a Shukumei. Se hallaba bastante molesta, y a la misma vez, nostálgica. ¿Cómo pudo su abuela atreverse a pensar en Tatsuya aunque sí podía tratarse de su real motivo?

Se sentía avergonzada de lo que hizo, por lo que compró un par de postres para ir a disculparse con la mayor. Y llevó unos de más para luego ir a casa de Keina a realizar una tarea.

Entregó el dinero y dio media vuelta para salir, tratando de ignorar la maldición que andaba por las paredes. ¿Qué sucedería en ese lugar para que anduviese una así?

Al momento de emprender caminó sintió como un fuerte escalofrío recorría su cuerpo, que incluso una que otra persona volteó a verla.

Pasó una mano por su nuca, regresando a ver a todos lados, como si intentara hacer que nada había sucedido. No estaba muy acostumbraba a entrar en contacto con energía maldita, mucho menos tan poderosa.

Debía de tratarse de un hechicero que estaba muy cerca.

La primera vez que entró en contacto con Shukumei le sucedió lo mismo, aunque no tan exagerada como esa vez. Por eso intuyó que debía de ser alguien con gran poder.

Si ella apenas pudo sentirlo en un pequeño radio, la otra persona debió de enterarse de su presencia desde hacía mucho. Aunque, de un segundo para otro, ya no sentía la energía por ningún lado.

Trató de tranquilizarse para apresurar su paso a llegar a lo de su abuela. Al menos quería sentirse protegida en ese lugar.

—Hay una pastelería mejor que esa.

Ante ese comentario, vio por el rabillo del ojo a un muchacho de cabellos blancos que estaba parado a un lado de su camino y, por lo que notaba, a ella se dirigía.

—Oye, nunca antes te había visto. ¿Quién eres?

Se sobresaltó al oír al joven caminar a sus espaldas.

Detuvo su andar para regresar a verlo con incertidumbre. Ahora que lo veía mejor, era demasiado agraciado. ¿Desde cuándo tenía la suerte de cruzarse a un chico así de lindo?

Sintió otro escalofrío recorrer su médula espinal, pero no tan grande como hacía segundos. Esta vez no sentía en lo más mínimo ninguna especie de energía maldita. Seguramente de algo le estaba advirtiendo.

—Que tengas buena tarde.

Fue lo único que dijo para asentir, darse la vuelta y seguir su camino, un poco más apresurada que antes.

Mordió sus labios con algo de emoción. Ansiaba contarle a Arai sobre eso, y estaba más que claro que recibiría un regaño por parte de su amiga por no haber aprovechado a hablar más con ese joven.

De cualquier modo, los nervios le ganaron.

—Te hablo en serio— la alcanzó el muchacho, para pararse frente a ella, deteniéndola, e inclinarse en su dirección —. ¿A qué colegio vas?

—¿No te enseñaron a respetar el espacio personal de los demás?

Retrocedió unos pasos para tomar distancia, sintiendo calor en sus mejillas por los nervios que le generó esa cercanía.

—Yo te hice una pregunta.

—Pero la mía es más importante.

—Débil y aún así te atreves a ser desafiante— mencionó algo irritado, parándose bien.

Lentamente fue frunciendo el semblante. ¿Qué pasaba con ese tipo? Lo único que llegaba a conocer de él es que lo mismo que tenía de lindo, lo tenía de molesto.

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora