Epílogo

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—Tengo una prima que te puede interesar, es un año mayor que tú. ¿No tienes problema?

Preguntó con una sonrisa, tratando de ocultar su diversión, dejando de lado su celular para apoyar los codos sobre la mesa tranquilamente.

—Está aprendiendo hechicería. Es por eso que viajé a Chiba la semana anterior, para ver cómo iba su entrenamiento. Como líder del clan, me tengo que enterar de todo— comentó con una pequeña risita forzada al final, agotada de todo eso.

El cambio de roles con su padre lo había hecho pocos meses atrás, cuando se graduó de la escuela de hechicería. Cuatro años en los que dio con la dura realidad de los chamanes, pero nunca hubo un momento para pensar en retroceder en serio.

De a poco se movía en ese terreno que le resultaba desconocido, y era guiada por su papá que algo había aprendido durante ese tiempo ocupando ese cargo. También había cierto joven de blancos cabellos que le daba una que otra indicación, para mantener a raya a alguno que no respetaba su sitio.

Respecto a la hechicería en general, tenía miedo, sí, pero mayor era su curiosidad de hasta dónde podía llegar. En su mente siempre permanecía la imagen de Tatsuya, y más cuando el director Yaga hablaba de él cosas que ella desconocía.

Era un mundo peligroso, pero era fascinante de igual manera.

—No me interesa...

—¿Por qué?— preguntó con una sonrisa que apenas aparecía en sus labios, ladeando la cabeza y haciendo que el arete bailara, mientras veía a Megumi realizar su tarea.

—Porque no. Además, tu novio me va a celar— dijo al tiempo en que resolvía una cuenta —. Eso tendría que hacerlo contigo... Y me haría quedar el ridículo...

Oyó su fastidio en las últimas palabras, habiendo presenciado una que otra escena de Satoru Gojo molestándolo cuando hablaba con una niña que no conocía.

Desvió un poco la mirada, con otra sonrisa forzada.

—El cómo te "cela" no es nada a comparación del mío...

A su mente viajó el recuerdo de una vez en que un chico se le acercó con una flor, haciendo propaganda de un nuevo perfume que tenía su mismo olor. Entre ellos se había plantado una clara tensión provocada por su novio, de la cual el trabajador quería salir huyendo. A las pocas horas, recibió varios ramos de rosas que ni ella ni sus padres sabían en dónde meter.

Aunque, con el tiempo, había ido cambiando a tal punto de poner incómodo a todo aquel que se acercara a ella con solo presumirla. A la chica por igual, pese a que muy en el fondo eso le resultara lindo, pero no en esa situación.

Ni hablar de cómo había sido con sus compañeros en la academia.

—¿Y Tsumiki?— se reacomodó sobre la mesa, volteando a ver el resto de la vivienda de los niños.

—En casa de unas amigas haciendo tarea— informó enderezándose para estirar un poco su espalda.

—¿No querías estar solo?

—Supongo que tú tampoco— dijo el niño.

Satoru había salido de viaje por trabajo y en pocos días regresaría. A veces tenía largas horas muertas, sin nada que se le cruzara para hacer, y más sin la compañía de él. El departamento se sentía gigante sin su presencia.

—Sí...— asintió para verlo —. También pasaron varios días desde que no te veía, pequeño.

—Pronto cumpliré once. Ya no soy tan pequeño.

Sonrió con ternura ante sus palabras.

—Nos llevamos casi once años y es mucho. No creo que tampoco se pueda acortar la distancia de edad— agregó con ánimos para ver su hoja de cálculo.

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora