Capítulo XI

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—Ya estaba por llamarte.

Comentó su abuela al verla del otro lado de la puerta, agitada de tanto correr, recibiendo la indicación de que se hallaba bien.

—Avísale a tu madre de que ya llegaste. No la preocupes.

—Claro, abuela...

Tragó saliva para intentar recomponerse, viendo como la mayor se retiraba diciéndole que ya estaba la comida.

Cuando salió de su campo de visión, vio en la sala principal a Tokiko Shukumei sentada y regalándole una maliciosa sonrisa. No entendía qué estaba sucediendo por su cabeza.

—¿Qué te sucede, vieja loca?

Pasó a esa habitación, descolgando la mochila de sus hombros para buscar su teléfono para escribirle a su progenitora. Pero dedicándole una mirada extrañada cada tanto a la anciana.

—Hoy no sabrás lo que es dormir.

Su rostro mostró un claro desentendimiento, quedándose quieta para verla mejor.

—¿A qué... te refieres...?

—No te creas que la hechicería es algo sencillo.

No borraba por nada su sonrisa. Ya hasta comenzaba a compararla con la criatura que vio hacia unos minutos. De tan solo pensarlo le daba escalofríos.

—Y si tienes tantas ansias de aprender como me dijiste, lo básico lo aprenderás antes de ir a clases mañana.

Comenzaba a sentirse atrapada en una película de terror.

—Pero primero hay que cenar— llegó Mitsuko con una bandeja, para provocar que Tokiko siguiera acomodando la mesa —. Debes de llenarte de energía comiendo para aprender mucho esta noche. Es la primera vez en mucho tiempo que retomas un entrenamiento.

—En realidad... Como y me da sueño, abue...

Eso era cierto: no era la primera vez que practicaba hechicería. De pequeña lo hacía, pero lo veía más como un juego que como algo serio.

Hasta llegar ese día en que toda su perspectiva cambió, y decidió que la hechicería y las maldiciones no serían lo suyo jamás.

Ahora no sabía cómo le diría a su abuela que ya no quería aprender más luego de saber controlar su energía maldita. Y había mucha ilusión en ella. Esa parte del plan no se le ocurrió en el momento. No tuvo en cuenta otros componentes más que el de pasar desapercibida del chico de blancos cabellos.

Además, no sabía exactamente el motivo del que deseaba que el clan persistiera. Quizás era por vivir oyendo al respecto desde que se unió a los Ito.

No comprendía de forma lógica aquello.

—Incluso puede ser inscripta en el Colegio Técnico de Magia Metropolitana de Tokio.

Ante la sugerencia de Shukumei, frunció el semblante confundida, terminando de enviar el mensaje a su madre para guardar el teléfono.

—¿Qué? ¿Eso existe?

—Claro que sí. Tu tío asistió allí cuando acabó la secundara— comentó Mitsuko, repartiendo la comida en los tazones que había acomodado la otra anciana —. Tú podrías acabar este año escolar y comenzar el siguiente allí.

La sonrisa de su abuela estrujó su corazón.

—Y si mal no fallo, el muchacho del clan Gojo debe de asistir allí. Podrás pasar más tiempo con tu amorcito~.

La molestó la hechicera, provocando que pusiera los ojos en blanco.

—Es muy arrogante ese tonto. La verdad que no quisiera volver a cruzarmelo— se quejó en un balbuceo, acomodándose en su sitio para ver la comida.

HILOS |Satoru Gojo y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora