CAPÍTULO II

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Algo en el interior de Maddie gritó desesperadamente diciéndole que huyera de allí, que empezara a correr lo más rápido que le permitieran sus piernas, pero se obligó a calmarse, se dijo a si misma que sólo era un concierto, pese a que aquel lugar daba realmente escalofríos. Kyllian le dijo que sería en una sala a las afueras, ¿se habrían equivocado de lugar? Maddie volvió a mirar en su teléfono la ubicación que le había mandado Kyllian hacía unas horas y aunque no se había molestado en preguntarle cómo tenía su número de teléfono, daba por sentado que un chico cómo él solo tenía que abrir la boca y conseguiría cualquier cosa, aunque pensaba hacerle sufrir por ello, ya encontraría el modo. Lo que se abría ante los ojos de las dos chicas no era ninguna sala para conciertos, era una nave industrial medio en ruinas, en un callejón que apenas tenía una farola que diera la luz suficiente como para poder ver por dónde iban caminando. Todo esto tenía mala pinta. Algo se lo decía a gritos.

- Oye Mor, esto no me gusta mucho, podemos irnos si quieres. - dijo con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero negro, que le sentaba como un guante, pero no era adecuada para el frio que hacía de noche en Middlebury. Lo recordaría la próxima vez y se pondría un abrigo mucho más calentito y guantes. 

 - ¿Qué? Ya estamos aquí, no vamos a ninguna parte, voy a ver en directo a los "Death eater". – dijo con una emoción más propia de una niña con un juguete nuevo que de una mujer adulta en medio de un callejón a oscuras. El teléfono móvil de Maddie emitió un breve pitido, pero suficiente para que retumbara en el callejón vacío. Le cambió el color de la cara por completo, si ya de por si tenía la piel pálida, ahora estaba blanca como la nieve. Era un mensaje de Kyllian, era tarde para echarse atrás, pensó. 

 Kyllian:- ¿No piensas entrar Maddie? Estás muy guapa, me encanta tu chaqueta. 

Maddie miraba en todas direcciones porque habría jurado que no había nadie en el callejón, ni siquiera había gente cerca de ellas, así que no sabía desde dónde la estaba viendo. Se acercaron un poco más a la nave que parecía abandonada, de hecho, cada vez resultaba más y más extraño porque si había un concierto ahí dentro, la insonorización debía ser alucinante, no se escuchaba ni un alma. Cuando llegaron, la puerta de la entrada estaba entreabierta, pero a Maddie le seguía pareciendo una idea pésima y dentro de ella algo gritaba que no tocara ese pomo. Unas escaleras larguísimas y, cómo no, prácticamente a oscuras, daban paso a una especie de pasillo, guiado únicamente con unas luces muy finas de color rojo a ambos lados. Mor y Maddie se miraron y en una décima de segundo se habían entendido, al mismo tiempo se giraron dispuestas a cerrar de nuevo aquella puertay largarse de allí a toda prisa. 

 - Llego tarde a mi propio concierto por salir a buscarte, ¿lo sabías? – dijo Kyllian casi a gritos desde uno de los escalones. Apoyando el hombro y cruzado de brazos estaba él, vestido con pantalones negros y llevaba... no llevaba nada debajo de la americana. 

No se le veía bien del todo, aparte de las luces rojas no había ningún tipo de iluminación, pero se intuían los tatuajes que tenía repartidos por el pecho y por el cuello. Maddie le había visto los que llevaba en los dedos, las manos y los brazos, pero el resto, bueno... esperaba quizás poder ver de cerca de qué se trataban. Se había propuesto centrarse en sus estudios, sin chicos y sin distracciones, pero estaba empezando a maldecir al Estado de Vermont y al Middlebury College por acabar allí. Estaba intentado ser honesta consigo misma y eso solo le llevaba a la conclusión de que se sentía irremediablemente atraída por Kyllian, pero quién en su sano juicio no iba a estarlo, se preguntaba. 

 - Vaya, estás muy... - dijo Maddie, pero se quedó atascada en esa frase mientras le miraba fijamente. 

 - ¿Guapo? – contestó con una sonrisa de medio lado. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora