CAPÍTULO XX

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Cuando bajaron hasta el piso inferior de la librería, Dorian ya no estaba. Había cerrado con llave y todas las luces estaban apagadas. Le había visto bastante afectado con todo lo que estaba pasando pero se había dado cuenta de que estaba especialmente preocupado por ella. 

- De vuelta al infierno. – dijo Maddie mirando la escalera de caracol. 

Jordan se reía mientras cortaba la palma de su mano para abrir la entrada, parecía un precio muy pequeño en realidad por poder bajar hasta allí. 

En el momento en que el suelo se abrió para ellos, Maddie empezó a notar la electricidad recorriendo su piel, sabía lo que pasaría a continuación y cada vez le parecía más y más necesario el cambio. Empezaba a convertirse en una especie de anhelo, en algo salvaje que la llamaba desde dentro. Cuando llegaron abajo, se había liberado de aquel recipiente humano de piel y huesos. Frágil, pensó en su subconsciente mientras cambiaba. 

Una vez abajo, Jordan cogió a la chica de una muñeca y suavemente, la besó.

- Sé que tienes la necesidad de cambiar cada vez más a menudo pero tienes que controlarla o ella lo hará por ti. Necesitas mantener tus dos versiones al mismo tiempo, Maddison. Una no puede dominar a la otrao estarás perdida. – dijo. 

- ¿Me dices esto ahora?- espetó ella. 

- Hay muchas cosas que debes aprender todavía. Mantén tus dones controlados. 

- ¿Qué pasa si no puedo controlarlos?- preguntó mientras Jordan cambiaba de forma en cuestión de segundos. 

- Que ellos te controlarán a ti. La Maddie humana podría quedarse atrapada para siempre. Serías esta criatura de forma permanente. – explicó. 

- ¿QUÉ?- gritó mientras se agitaba la maraña de humo que siempre la acompañaba. 

- A mí no me parece tan malo, pero tendrías que renunciar a tu vida allí arriba. – dijo con una media sonrisa. 

- No es ninguna broma, Jordan. 

- No es para tanto, tan solo contrólate en los cambios. Mantente fuerte y todo irá bien. 

Le estaba pidiendo un imposible; con todo lo que sobrevolaba sus cabezas apenas era capaz mantener la calma. Jordan abrió la puerta y de nuevo aquel hedor llenó la estancia. Esta vez el lugar parecía diferente, tenía el aspecto de haber sido arrasado por un huracán. No había ninguna criatura por la calle y Jordan la miró de reojo, con un pequeño gesto para que avanzara. Todo parecía diferente y más peligroso de lo que ya era. 

Al final de la primera calle se distinguía una barrera de criaturas, un muro de demonios que parecían montar guardia. 

- ¿Qué ocurre?- preguntó a la criatura que tenía justo enfrente. 

- Han intentado asaltar el muro, Señor Belial. – respondió uno de los que parecían soldados. Al escuchar esa frase, todo el cuerpo de Jordan se puso tenso incluso sus alas, que se ensancharon un poco y se ahuecaron, haciéndolo parecer más grande y peligroso, si es que era posible. 

- ¿Quiénes?- volvió a preguntar. 

- Un grupo de rebeldes, Señor. Ya han recibido su castigo. – respondió de nuevo. 

- Que no entre ni salga nadie a menos que yo lo ordene ¿entendido?- rugió Jordan a los más de cien soldados que había allí apostillados. 

- ¡Sí, Señor! – gritaron al unísono. 

Fue tal el rugido que a Maddie le costó un gran esfuerzo no hacer ninguna mueca de malestar. Mientras los escuchaba rugir sintió pena por aquellos que habían intentado asaltar el muro, el castigo que habrían recibido sería proporcional al lugar en el que estaban. Dos de aquellas criaturas se apartaron para abrir paso y que continuaran su camino. A los pocos metros, otra barrera de soldados y otra y otra más. Maddie perdió la cuenta en la sexta guardia. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora