CAPÍTULO XXX

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Maddie se había despertado mucho antes que el resto para poder prepararse. Morrigan le había prestado algo de ropa que llevaba en su mochila hasta que pudiera ir a recoger algunas cosas a la residencia de la Universidad. Vestía con cosas prestadas de Jordan, lo cual tampoco le importaba mucho. Se enfundó unos vaqueros de tiro alto con algunos rotos en los muslos pero aun así, le quedaban perfectos. También llevaba un top negro, demasiado corto para su gusto pues le dejaba a la vista algo de piel del abdomen, mala idea pensó. Recordó que tenía allí su chaqueta de cuero, aquello la serviría para cubrir el arnés y poder ocultarlo a la vista de la gente. Lo cogió con cuidado del saliente de la pared junto con la cinta y desapareció en el baño. 

Llevaba tantos días viviendo con el piloto automático encendido que apenas se había mirado al espejo. Todas esas semanas le habían pasado factura pero aun así, lo que veía reflejado en él, le gustaba. Comenzó con su propio ritual, se trenzó el pelo sobre la cabeza, solo que esa vez todo era diferente. Sobre su cabeza, como una corona estaba toda su melena recogida, trenzada junto con la cinta de aquel color que recordaba a la sangre que estaba por derramarse. Se colocó el arnés, lo ajustó bien y lo abrochó debajo del pecho. Con cuidado colocó los dos cuchillos y se miró por última vez, luego observó aquellas dos pequeñas armas, esperando no tener que usarlas. 

 Nunca. 

Cuando salió del baño Jordan estaba casi vestido, con un arnés idéntico al suyo apretado contra los músculos de su pecho y su espalda. Llevaba dos cuchillos, bastante más grandes que los suyos, y otro adicional en el cinturón de los pantalones. Había algo salvaje en todo aquello, en su mirada cuando reparó en lo que había trenzado en su pelo. No dijo nada, aunque una pequeña sonrisa floreció en la comisura de sus labios.

Estaba orgulloso, ella lo sabía. 

Jordan entró al salón del trono seguido de Maddison pero ninguno de los soldados desvió su atención de Luc. Todos se mantenían atentos a las indicaciones que se les estaban dando. La sala estaba abarrotada de soldados, todos preparados, Luc parecía estarlo también, había cambiado su ropa elegante por un atuendo muy parecido al de Jordan, armas incluidas. Las dos brujas se reunieron con ellos a los pocos minutos. Morrigan se apartó, abrió un portal y desapareció tras él. La chica miró a Melina buscando alguna explicación quien le respondió con un movimiento de cabeza. No era el mejor lugar para hacer preguntas. Entendió que Mor era la avanzadilla. Intentaría averiguar cualquier cosa que pudiera ayudarlos. 

Jordan se giró ligeramente hacia ella preocupado, pero Maddison no mostraba ningún tipo de nerviosismo. Eso era lo que más miedo le daba, verla tan tranquila. Ella era aquella calma justo antes de que el cielo se rompieradando paso a la mayor tormenta que habían visto sus ojos. Melina se preparó para abrir otro portal, esta vez al lado de Maddie y de Jordan, era su turno. Antes de poder moverse ni un solo centímetro, Luc avanzó hacia el vórtice a través del cual solo se veía una parte de bosque. El diablo se colocó frente a ellos y agarró a Jordan por el codo, lo apretó contra él y dijo: 

- Más te vale volver a casa de una pieza. 

- ¿Cuándo hemos vuelto a casa de una pieza? – respondió riéndose. Se movió apenas unos centímetros, y pasó su mirada de los ojos de Maddie a su pelo, a la cinta que allí descansaba sobre aquella corona improvisada que ella se hubiera merecido y asintió. La chica vio a escasos centímetros cómo al diablo le costaba tragar saliva frente a ella. Desapareció en el portal seguido de todos los soldados que había en aquella sala. Melina cerró de nuevo el portal. 

- Es vuestro turno. – dijo la bruja. – Os dejaré todo lo cerca que pueda de la casa mientras están distraídas con Luc. 

- ¿Son el cebo?- dijo alarmada. – Yo iba a ser el cebo, no Luc. – repitió. 

- Tú eres lo único que puede salvarnos, sacrificaremos todo lo que sea necesario. – respondió de nuevo Melina. 

- Maddie, escúchame. Vamos al bosque, cogemos el cuchillo y nos vamos. Es la única oportunidad que tenemos. Una vez que tengas el cuchillo busca a Morrigan, abrirá un portal y volveréis aquí. ¿Lo has entendido?- dijo mientras miraba el aturdimiento de la chica. 

 - ¿Y tú?- preguntó para darse cuenta de que en realidad, no quería escuchar aquella respuesta. 

- Volveré en cuanto pueda. – zanjó. 

Melina abrió un portal mucho más pequeño que el anterior, algo que no llamara la atención y cuando ambos se dirigían hacia él la bruja dijo: 

- Vuelve a casa, niña. Sobrevive. 

Maddie cruzó el portal como si acabara de entrar en algún tipo de cueva, sin saber qué alimaña iba a estar esperándola al otro lado. El olor a hierbas chocó directamente contra ella y ambos miraron a su alrededor hasta que Maddie se dio cuenta de que Melina les había dejado justo detrás del invernadero de Annie. El cambio de temperatura tan drástica le azotó la piel descubierta sobre la cintura de los vaqueros. Una lluvia muy fina caía sobre ellos mientras la chica volvía atrás en el tiempo, a aquellos días cuando vivía allí. La lluvia y el cielo gris eran lo primero que veía por las mañanas y lo último antes de dormir. Muchas noches incluso las pasaba en la terraza, dejando que el agua le calara hasta los huesos. No vieron a nadie en las inmediaciones de la casa y tampoco a la entrada del bosque. La chica asomó ligeramente la cabeza por la puerta del invernadero, sabía que su subconsciente la estaba traicionando pero juraría que había visto luz en el interior. Echó un vistazo rápido al círculo de piedras que parecía seguir intacto, al menos en ese lado de la casa. 

- En la visión, el puñal estaba enterrado en una maceta del invernadero, así que deben estar cerca. – dijo ella en un tozo de voz casi inaudible. Los alrededores parecían demasiado tranquilos, quizás Luc y los soldados no habían encontrado todavía a las brujas, o quizás fuera una trampa. Otra más. Intentó concentrarse en los sonidos que salían del bosque y lo único que pudo escuchar fueron pequeños murmullos, supuso que serían Luc y resto de hombres. No había ni rastro de las brujas, así que tenía claro que habían caído de lleno en una trampa. No deberían haber ido, no sin un plan. Ambos miraron la entrada al bosque y la mejor forma de llegar hasta allí sin ser vistos y aunque había una distancia relativamente corta, estarían al descubierto. Era campo abierto. De repente Maddison recordó el té de sus tías, estaba segura de que habría botellas en la cocina. 

- El té... - dijo mientras miraba a Jordan. Al demonio no parecía gustarle la idea, pero sabía que tampoco tenían otras opciones, al menos aquella les permitía acercarse lo suficiente al puñal sin que les vieran. Maddie abrió muy lentamente la puerta del invernadero y sin apenas hacer ruido y unos segundos más tardes se habían colado dentro. Demasiado sencillo pensó ella. Si le iban a tender una trampa, la casa estaría vigilada y allí no había nadie salvo... 

- ¡Maddison no! Tienes que irte de aquí. – dijo Marlene. 

- Tía Marlene. – dijo mientras se acercaba a toda prisa hacia ella quien retrocedió unos pasos al ver a su sobrina en aquella forma. Maddie lo entendió enseguida y se detuvo. Quizás para ella era una abominación o una ofensa pero no le revelaría que también compartía con ella una parte de bruja, era la única baza que les quedaba para poder salir de allí con vida y con el puñal. 

- Tenéis que iros. Están aquí. – dijo en voz baja. Ninguno de los dos tuvo tiempo de reaccionar cuando Marlene dirigió su mirada baja hacia la entrada de la cocina. En la penumbra se veía una sombra que avanzaba lentamente hacia la luz del recibidor. 

- Así que esta es Maddison. – dijo una voz que salía de la cocina.

Era demasiado fácil.

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora