MADDISON

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Supe el momento exacto en el que el corazón se me hizo mil pedazos dentro del pecho. 

Minutos en los que la presión parecía robarme todo el aire de los pulmones; minutos en los que la bilis viajaba por mi garganta amenazando con vaciar el contenido de mi estómago en ese lugar; minutos en los que cada beso y cada caricia suya volvían a mi piel. Algo se había fragmentado dentro de mí, aunque no podía averiguar qué. 

Ver a Jordan de rodillas frente a mí, suplicando, tan solo me rompió aún más. 

Me perdí pensando en él. 

Si sobrevivía a esta noche, me iría lo más lejos posible. Lejos de Jordan. Podía empezar de cero en algún lugar donde nadie me buscara o intentara darme caza. Podía tener esa vida normal que tanto anhelaba. 

Me transformé en cuanto vi a Ariadna en el claro. Estaba convencida de que la bruja pensaba que podría retenerme dentro de la trampa de sangre, lo que no sabía era que yo podía volver a transformarme una vez dentro. Pensaba engañarla con unas densas llamas, cortesía de la bruja de los elementos, pero no me dio tiempo a llegar hasta esa parte del plan. Supe que algo iba mal en cuanto la cortina de fuego me rodeó allí dentro, no se parecía en nada a la que había en el estudio de Melina. Allí dentro había algo diferente, alguna clase de energía. 

Había algo conmigo. 

En cuanto apareció el remolino de aire supe que estaba perdida. 

Yo había engañado a las brujas, pero él me había engañado a mí. Volvía a ser de nuevo la marioneta. 

Había caído en su trampa. 

Kyllian apareció de la nada, me rodeó la cintura con su brazo y fue imposible soltarme de su agarre. En ese momento tan sólo me quedaba una opción, intentar agotar el último recurso que tenía. 

Y grité. 

Grité hasta que me ardieron los pulmones. 

Unos segundos después todo desaparecía ante mí, y lo último que escuché fue a Jordan gritar mi nombre.  

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora