CAPITULO III

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Maddie salió de la ducha tan segura de que lo que había sufrido era una conmoción por el golpe, y los seis puntos que tenían en la cabeza lo corroboraban, que decidió no darle más vueltas al asunto esa noche. Estaba claro que el accidente causó todas esas alucinaciones, incluso en algún momento puede que se desmayara. Mientras rebuscaba en el armario unos leggins y una sudadera cayó en la cuenta de que no había sabido nada de Kyllian, ni un mensaje, ni una llamada para ver si estaba bien, nada. Aunque ella también podría haberle llamadopara saber si estaba bien... - pensó que quizás no eran tan amigos como para ese tipo de cosas.Era inexperta en todo lo que a ese tipo de relaciones se refería. Había tenido amigos claro, pero nunca había tenido claro cómo actuar sin parecer una desquiciada. En su infancia y su adolescencia casi siempre había estado sola, aparte de ir al colegio no tenía ninguna actividad más con quien pudiera compartir algo de tiempo fuera de su casa así que aquellas situaciones le resultaban algo complicadas. Puesto que no conocía otra forma de vida, valoraba mucho su tiempo a solas, que era casi siempre. El silencio era una de las pocas cosas que echaba de menos de Newcastle desde que había llegado a la Universidad, allí había siempre demasiado ruido. El día que encontró la carta en la mesita del recibidor en la que le comunicaban que habían aprobado su beca, una de las primeras cosas en las que pensó fue que tendría que aprender a compartir su espacio privado con una desconocida. No fue hasta semanas después cuando respiró tranquila, al comunicarle que la residencia le había concedido una habitación para ella sola. Intentaba hacer memoria y recordar algunos momentos con lucidez pero estaba demasiado agotada como para seguir con ello. Por la mañana llamaría a Mor para saber cómo había dormido y quizás escribiría a Kyllian, para saber si estaba bien. El suspiro que salió de la boca Maddie cuando su cuerpo topó con la firmeza del colchón de la cama resonó en toda la habitación, puesto que estaba bastante vacía todavía. Se quedó mirando las paredes blancas, pensando que quizás debería decorar un poco la habitación, ya que iba a ser su hogar durante cuatro años. En eso podría distraerse el fin de semana, terminaría de abrir las cajas de la mudanza; sacaría los libros, la ropa y los enseres que no había colocado todavía. Podría salir a comprar algún cuadro, o alguna planta para darle algo de color a la estancia, lo pensaría por la mañana. Aquellos primeros días no estaban siendo para nada como ella había esperado, pero pensó que todo era una desafortunada cadena de acontecimientos nefastos. 

 Desconocido:- " Maddisson, tenemos que hablar, es importante. Además, te dije que no te fueras sin mí.Por cierto, soy Jordan." 

Maddie no entendía nada, era el chico del concierto, pero ¿Cómo había conseguido su número? Seguro que era amigo de Kyllian, como pensó al principio. Le iba a matar por ello, qué diablos le pasa a la gente en este Estado con la Ley de Protección de Datos, ¡Por Dios!Pensó en llamar inmediatamente a la policía y contar todo lo ocurrido, pero qué les iba a decir, ¿Qué había visto como dos hombres se convertían en cenizas? Pensó que lo mejor sería ignorar el mensaje y hacer como si nada. Maddie pensaba que si lo pasaba por alto, el chico también lo haría y no se volverían a cruzar nunca más sus caminos. Con el teléfono todavía entre las manos, seguía dudando si responder a ese mensaje, puede que le aclarase quéhabía pasado en aquel lugar. Que hubiera perdido el conocimiento por unos segundos sería la opción más viable, aunque la confusión que sentía le nublaba la mente por completo. 

 Maddie:- "No sé por qué tienes mi número de teléfonopero no vuelvas a escribirme, nunca." 

Con un golpe brusco soltó el teléfono boca abajo en la mesita de noche, queriendo sacar de su cabeza las últimas horas de ese día tan nefasto. Definitivamente era el peor comienzo de una nueva vida que podría haber imaginado jamás. Sus pensamientos viajaban rápidamente de uno a otro, sin poder parar, hasta que llegó a Jordan. No recordaba gran cosa de su aspecto, a parte de la ropa que llevaba y el tatuaje de su mentón en el que estaba escrita en letra cursiva la palabra "salvaje", lo que hizo pensar a Maddie que le iba como anillo al dedo. Recordó que las manos, los brazos, el cuello, todo parecía estar cubierto de tatuajes, muy acorde con la gente que parecía frecuentar ese tipo de lugares. Los pocos minutos que le tuvo enfrente le dejaron una vaga imagen de una mandíbula angulosa, una barba incipiente y unas cejas finas pero muy largas. Nunca había visto unas cejas tan características, le otorgaban muchísima personalidad, y por un momento murió de envidia, sus cejas eran un desastre pelirrojo. Unos golpes secos en la puerta hicieron que el corazón le diese un vuelco, a medio camino entre el infarto y el pánico se bajó de la cama, apoyó sus calcetines de lana gruesa sobre la alfombra y se quedó ahí de pie, mirando la puerta, sin saber qué hacer. Eran las dos de la madrugada, no podía ser Mor, ella la habría llamado por teléfono para avisar de su llegadasupuso, pero, si no era ella, debía ser la policía, no había más opciones. Alguien les habría dicho que había gente de la Universidad de Middlebury y estarían preguntando por lo ocurrido. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora