CAPÍTULO III

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Los días pasaban mientras Maddison dormía y meditaba sobre lo que sabía. Tenía claro que, hasta el momento, la única que había tenido razón era Lilian y más importante aún, la única que hasta entonces había sido sincera con ella. Su mente era un amasijo de cosas pendientes que cada minuto que pasaba se amontonaban un poco más. 

Otra de las cosas que tenía tan clara que incluso llegaba a molestarla era, que no podría vivir si Ariadna seguía por ahí tramando como deshacerse de ella. Pudo ver como Luc se cernía sobre ella como una sombra dispuesta a engullir hasta la última partícula que flotaba en aquel lugar, pero no sabía si seguía con vida o no. Quizás ya estuviera muerta y su exilio fuese una estupidez. Un destello atravesó sus pensamientos igual de brillante que una estrella fugaz y por un momento sintió alivio, pero la presión volvió a su pecho cuando cayó en la cuenta de que si estaba allí aún, era porque seguiría viva. Kyllian necesitaba fuera de juego a Ariadna y si estaban escondidos en aquella montaña sólo había una razón: no estaba muerta. 

Al menos, no todavía. 

Esa idea la hizo volver de nuevo a las cosas que sí sabía. No podría vivir mientras Ariadna la persiguiera. Esa no era la vida que quería. No viviría escondiéndose de ciudad en ciudad y peleando por sobrevivir a cada hora o cada minuto. Sabía que no era justo, esta era la favorita de su lista. No era justo, se repetía. Quizás con la intención de despertar de un mal sueño o tal vez con la esperanza de que apareciera alguien que se compadeciera de ella lo más mínimo y que quisiera cargar con todo el peso que arrastraba. 

La última era la peor. La más complicada de toda la lista. La que más problemas le traería. Tenía que deshacerse de ella. Sabía que no tenía opciones, al menos no que acabaran bien para Maddison salvo esa, la de ir a por Ariadna y hacerla desaparecer. No le gustaba en absoluto porque implicaba cosas que no querría hacer bajo ninguna circunstancia. Con la vista fija en la ventana helada de la habitación por la que deambulaba desde hacía días, se puso de pie y respiró lo más profundo que pudo. 

- Joder. – dijo al fin expulsando el aire. 

Cerró la puerta tras de sí y descendió la estrecha escalera hasta llegar a la planta inferior dónde encontró a Kyllian sentado en el suelo con un montón de papeles sobre la pequeña mesa. 

- Hay café recién hecho. Está caliente. – dijo sin mirarla. La había escuchado mientras bajaba los escalones. Maddison no había hecho demasiado ruido pero tampoco había tratado de ocultarse al bajar hasta dónde él se encontraba. Fue directa a la cafetera humeante mientras miraba sutilmente por encima del hombro de Kyllian en un intento por averiguar qué eran todos esos documentos. Cuando se hubo servido una taza de café de proporciones bíblicas se acercó a la mesa y cogió el primer montón de papeles que había frente a ella. 

- ¿Qué es todo esto?- preguntó. 

- Un montón de mierda gigante que no sirve para nada. – gruñó mientras se frotaba la cara con las palmas de las manos, frustrado. 

Ella le miraba sin interés y sin ninguna intención de preguntar mucho más. Sabía que todos aquellos papeles que se amontonaban frente a ellos eran el último recurso de Kyllian, la última bala de su cartucho. Intentaría encontrar cualquier cosa que le pudiera ayudar con el problema que tenía, él mismo lo había dicho. Haría cualquier cosa para salvar a la bruja, fuera quien fuera ella. Mientras miraba, la impaciencia que reflejaban sus ojos y la inquietud que se había instalado dentro de aquella cabaña, se dio cuenta de lo desesperado que debía estar porque no sólo le había pedido su ayuda y la había alejado de todo y todos aquellos que la habían herido sino que, seguía allí con ella. En aquel lugar, tan apartadosdel mundo que nadie los encontraría, mientras la bruja a la que intentaba salvar seguía por ahí, sin él. Algo le arañó bajo la piel, algo parecido a la culpa o quizás al remordimiento. Estaba en sus manos terminar con todo aquello y rehacer su vida en cualquier lugar del mundo. Volvió a mirar a Kyllian quien incansable, seguía leyendo hoja por hoja de cada libro en busca de algo, cualquier ápice de esperanza. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora