CAPÍTULO XXVII

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Pasaron dos días hasta que Melina volvió de donde fuera que hubiese estado metida, aunque  tenía la sospecha de que desde el día de la Trampa de Sangre, la bruja apenas había dormido buscando cualquier cosa que pudiera proteger a la chica frente a ese tipo de magia. Sabía que era inevitable y que no habría mucho que pudiera hacer, pero aun así, era tan tozuda que lo intentaría. 

Cuando vio aparecer a Maddie en el umbral de su estudio se quedó petrificada, no esperaba verla allí, no con aquel símbolo presidiendo el lugar. Ambas tenían mal aspecto, pero en especial Melina parecía estar pasando por un calvario. Había palidecido pero la presencia de la chica devolvió algo de color a las mejillas blanquecinas de la bruja. 

- Eres más dura que cualquiera de esos demonios, muchacha. – dijo mientras le dedicaba una pequeña sonrisa. Mientras le devolvía la sonrisa, la chica miró fijamente la marca de fuego en la madera del suelo y un fuerte picor se apoderó de la triple luna que se hundía en la piel de su mano. Una señal de su parte de bruja, una advertencia quizás. 

- Es posible que mi parte de bruja esté empezando a... bueno, intentar comunicarse conmigo en algunos momentos. – dijo mientras se acercaba lentamente al símbolo bajo la atenta mirada de Melina. 

Al parecer había estado recogiendo hierbas por ahí porque un olor a lavanda invadió sus fosas nasales mientras aspiraba profundamente. Le recordaba al olor que salía del invernadero de Annie en primavera. También divisó varios botes sobre la mesa que no estaban cubiertos de polvo, por lo que los acababa de traer. Tenían un aspecto asqueroso así que evitó preguntar sobre ellos. 

- Eso es buena señal. ¿Y tú parte de banshee? ¿También se comunica contigo?- preguntó con cierto tono de curiosidad que hizo que la chica le dedicase una sonrisa lo suficientemente reveladora. 

- ¿Lo sabes verdad? Sabes que no la encuentro. – respondió. 

- Me lo he imaginado. No percibo en ti su fuerza ni su temperamento. No te asustes, está ahí. Pero no va a ser fácil hacerla salir. Tienes que encontrarla, ponerte en contacto igual que con tu parte de bruja. – explicó Melina. 

Unos minutos más tarde Morrigan apareció en el estudio con algunos libros y miró de reojo al suelo, con respeto. Pasó su mirada a la chica y asintió. 

Luc y Jordan habían convocado en la sala del trono a todo aquel que estuviera al frente de alguna de sus legiones. Tenían órdenes expresas de buscar a Kyllian incluso bajo las montañas de cadáveres que se acumulaban a sus puertas si era necesario. El día que estuvo merodeando por el infierno murieron tantos demonios que apenas se oía a nadie fuera del muro. Puesto que solo unos pocos demonios y criaturas tenían permiso para poder subir a la superficie, aquel lugar estaba abarrotado siempre. Su extensión cada vez era mayor, ya que Luc necesitaba poder contenerlos a todos allí abajo y controlarlos en la medida de lo necesario. Aquella ciudad cada vez se ampliaba más al mismo tiempo que lo hacían las legiones. El caos que reinaba allí parecía darles una paz que no habían sido capaces de encontrar en ningún otro lugar. 

- Señor, hemos sufrido algunas bajas en la zona oeste. – dijo uno de los responsables dando un paso al frente. 

- ¿Cuántos?- preguntó Luc. 

- Ochenta y seis, señor. – respondió el soldado. 

- ¿OCHENTA Y SEIS? – preguntó de nuevo mientras se ponía en pie y avanzaba hacia ellos. 

- La sombra, señor. No tuvieron opciones. Todo un grupo que envié a revisar algunos edificios abandonados. – respondió de nuevo. 

- ¿Qué edificios?- preguntó Jordan. 

- Cerca de las ruinas del tren, señor. 

Jordan asintió y el soldado regresó de nuevo a su lugar. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora