CAPÍTULO XIII

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A la mañana siguiente, Maddie no recordaba cómo había llegado a la cama y mucho menos cómo había subido por aquella escalera de caracol. Estiró el brazo esperando encontrarse con el cuerpo de Jordan, pero no había nadie con ella y las sábanas estaban frías. Se sentó en la cama y se fijó en un gran cuadro que presidía la habitación aunque ya lo había visto antes. 

"Los nueve círculos". 

Se preguntaba si aquel lugar tendría ese aspecto aunque una gran parte de ella quería creer que no. Había leído la "Divina Comedia" varias veces y solo esperaba no ser Dante y que Jordan no tuviera que guiarla como si fueraVirgilio. 

Escuchó ruidos en la parte de abajo y al levantarse se dio cuenta de que no había ni rastro de su ropa allí arriba. Envuelta en una sábana de color negro se asomó por la barandilla de la escalera y vio cómo él se sentaba en la isla con una gran sonrisa y una enorme taza de café. 

- ¿Bajas a desayunar? – le preguntó con un tono divertido. 

- Muy gracioso, pero me gustaría recuperar mi ropa. – le respondió. 

- Coge lo que quieras del armario y baja, seguro que quieres gofres. – le dijo guiñándole un ojo, gesto que hizo que ella pusiera los ojos en blanco. Cuando llegó a la planta inferior llevaba un pantalón de deporte y una camiseta gigante, pero reconoció para sí misma que era comodísima. Tenía pensado robarle ropa más a menudo y al parecer y por la mirada del demonio, él también lo esperaba. Podía reconocer su figura incluso bajo aquella tela enorme, la había memorizado durante toda la noche. El anhelo le había impedido separarse de ella. 

- Buenos días. – le dijo mientras le tendía una taza de la que salía humo y un aroma que envolvía toda la cocina. Se deshizo con el olor a café y con el cuerpo semidesnudo de Jordan. Lo saboreó mientras se calentaba las manos alrededor de la taza humeante. 

El día anterior no se había fijado en los preciosos taburetes que había junto a la isla y sacó uno en el que sentarse. Jordan le había preparado también tostadas y huevos revueltos para desayunar pero el estómago de la chica rugió ante la idea de los gofres. La comida le duró tan sólo unos minutos en el plato, se había levantado con un hambre atroz y además hacía siglos que alguien no le preparaba el desayuno. Cuando hubo terminado bajó del taburete y dejó los enseres del desayuno de ambos en el fregadero. Cuando volvió a sentarse miró al demonio, el cual seguía inmerso en su taza de café y en ella. Estaba seguro de no haber visto en todos sus años de vida, nadie que pudiera parecerse lo más mínimo a ella. 

- ¿Qué fue lo de anoche?- preguntó mientras la piel de su cara adquiría un tono al que le gustaba llamar rojo vergüenza. – No me refiero a... Sino a... - hizo un gesto señalando la isla en la que estaban sentados. 

- ¿A la bola de fuego azul? – dijo riéndose. 

- Sí, a la bola de fuego azul. El resto sé lo que es. 

- No lo sé, no me había pasado nunca. – respondió mientras terminaba su desayuno. 

Aquella frase rebotó en la mente de Maddie y analizó lo mejor que pudo que sentía respecto a eso, en parte dedujo que eran celos pero por otro lado, si lo del vínculo era cierto, entonces ella había encontrado algo en esta vida que realmente le pertenecía, así que decidió no darle ningún tipo de importancia. Toda aquella historia de la conexión le ponía los pelos de punta. Nunca había tenido nada serio con nadie y ahora se encontraba ligada a un demonio de por vida. Si algo tenía claro es que nadie le impondría absolutamente nada, y menos su futuro así que tendría que averiguar de qué iba todo eso. 

Cuando Jordan terminó su café, bajó de la encimera y sin previo aviso, cogió a Maddie por la cintura y la depositóa su lado. La chica cogió la pequeña maleta que había usado para su nefasto viaje y la abrió sobre el sofá sacando de ella ropa limpia. Desapareció en el baño y se sumergió en la bañera que había llenado mientras se desnudaba, durante unos largos minutos. Cuando salió del agua el vaho lo llenaba todo por lo que tuvo que limpiar el espejo con una toalla. Se quedó allí durante mucho tiempo, mirando el reflejo de aquella chica a la que apenas conocía ya. Los últimos días le habían dejado marca, aunque también le habían enseñado muchas cosas sobre sí misma. Empezaba a poder diferenciar en su interior a la chica que era antes de todo lo ocurrido pero a su vez, podía reconocer a la banshee que albergaba. Era una sensación extraña que sentía en sus entrañas, como si pudiera empezar a diferenciar las dos personalidades que guardaba. Notaba cómo emanaba el poder desde dentro, cómo latía y la quemaba. Era como un torrente de agua que arrastraba todo lo que había a su alcance. 

Una tumba de tierra y sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora