11. Lamento romperte las ilusiones

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El palacio fue más grande de lo que Chuuya podría imaginar, Higuchi apenas le había dado un pequeño recorrido hace unos días y realmente todo lo que vio fueron pasillos vacíos sin mucha gente.

Al acompañar a Tachihara, fue todo lo contrario. Había personal de un lado a otro, era casi la hora del almuerzo y eso le hizo recordar la alimentación tan deplorable que estuvo llevando estos días, porque se olvidaba de comer o porque simplemente no tenía tanto apetito.

La cocina era gigante, cada parte tenía ciertas personas haciendo una u otra cosa; cortando vegetales, preparando sopa, no podía ver ni una sola sin hacer nada.

Se sorprendió por el aroma que el té dejaba flotando en el aire, era levemente amargo en comparación a la hierba principal de la bebida. Hizo una seña con su mano, preguntándole a Tachihara si tenía permitido ingresar y entrometerse en los asuntos de los empleados, a lo que él sencillamente alzó los hombros.

Estaba a punto de tocar la puerta como aviso, ya que no quería sólo meterse como Pedro por su casa, cuando su segunda salvadora llegó en ese preciso momento. Quizás finalmente los Dioses comenzaban a darle un poco de buena suerte.

— ¡Ozaki-sama, qué bueno verla!– le saludó alegremente, haciendo una típica reverencia aunque Chuuya ya le había dicho que no hacía falta — ¿Necesita algo? ¿Ya tiene hambre? ¿Me permite servirle de comer a escondidas de Dazai-sama?

— ¿Por qué te habla con tanta confianza?– susurró el pelirrojo hacia el otro más bajito, mascullando entre dientes — ¿No es una falta de respeto o algo así?

— Ella es especial– murmuró apenas audible, Tachihara tuvo que esforzarse para comprender — No digas nada de lo que pasó hace rato

— ¿Hace rato?– cuestionó la chica confundida — ¿Qué pasó hace rato? ¿Este soldado la está molestando, mi señora?

— Ejem, ejem... perdona, creo que empezamos con el pie incorrecto– intervino el dichoso soldado, con una sonrisa ligeramente nerviosa en su rostro — Mi nombre es Tachihara Michizou, fui nombrado esta mañana como el guardia personal de nuestra señora, ¿y tú eres?

— Oh, lo siento, no me informaron de eso– se disculpó apenada, volviendo a inclinarse en muestra de respeto — Soy Higuchi Ichiyo, una simple sirvienta de nuestra señora, mucho gusto, Tachihara-kun

— Un placer también, Higuchi-chan... oye, ¿y Ozaki-sama?

— Se escapó mientras estábamos hablando

— ¿¡Eh!?

— Tranquilo, sólo se metió a la cocina

Chuuya se encontraba dándole las gracias a todas las personas que pudiera, en completo silencio y sin decir ni una palabra, con una mueca evidentemente de pánico. Se le acercaban todos a la vez, recibía reverencias y felicitaciones de todo el mundo por alguna razón, aunque no hubiera hecho casi nada bueno en toda su vida.

Ambos le vieron intercambiar susurros con una mujer encargada del té, para después rebuscar entre cajones y canastas con hierbas y condimentos, tomando un puñado de hojas amarillentas secas y dejándolas hundirse en el agua. Pidió un trozo de papel, y luego de escribir algo, se la entregó a la misma mujer.

Se miraron confundidos el uno a la otra, pero no dijeron absolutamente nada y sólo sonrieron extrañados. Lo único que les unía ahora era su señora, aunque supieran cosas totalmente diferentes de ella. O él, mejor dicho.

Chuuya tomó un cucharón de madera y bebió con cuidado el té, dejando igual de desconcertados al resto de empleados. No hizo gestos malos, más bien fue todo lo contrario y le pidió a otro señor distinto que probara y diera su veredicto. Les pareció sorprendente que acabara de hacer todo esto sin una sola palabra de por medio.

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora