24. Lo que estoy sintiendo

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Suspiró fuertemente al salir, no entendía cómo su propia mente era capaz de decir tantas estupideces juntas y más encima con tanta coherencia.

Pasó ambas manos por su rostro, tallando sus ojos y mirando el piso por donde caminaba. Sabía que les debía muchas explicaciones a sus amigos, a Hirotsu, a su hermano menor y a un montón de personas más, sino es que a todo el palacio. Era una de las pocas veces de toda su vida en las que metía la pata hasta el fondo.

Se desvío en un pasillo, asomándose por la enorme ventana que daba vista al jardín. Yumeno jugaba con los niños de Oda, como de costumbre, mientras los hermanos Tanizaki se encargaban de vigilarlos durante la ausencia de los otros adultos. Su mirada se ablandó poco a poco, ver la felicidad ajena era tranquilizante.

Esto no podía durar mucho, necesitaba de manera urgente encontrar una solución rápida y efectiva, sin involucrar demasiado a los inocentes. Mori lo mataría en un abrir y cerrar de ojos, pero sólo si se lo permitía. Y no iba a cometer un error como ese ahora.

— ¡Nii-san!

Ahhh, debió perder sus pensamientos en alguna parte y Yumeno era experto en identificar eso.

— Q, ¿qué tal te sientes?– le preguntó con ternura, brincando por la ventana para estar a su lado — ¿Te estás divirtiendo?

— Sí, sí, me siento bien– respondió mientras alzaba los brazos, pidiéndole que lo cargara — Pero tengo cosas más importantes, ¿sabes?

— Oh, claro, claro, ¿cómo cuáles?– le regresó la interrogante, haciendo caso a su petición y agachándose para después subirlo — ¿Qué quieres saber?

Dazai notó de reojo que el soldado al que recordaba como Tachihara se estaba acercando mucho a la zona noroeste, justo donde dejó a Chuuya con sus hermanas en una de las habitaciones. Tragó saliva, intentando enfocarse en su hermano, esperando que Chuuya supiera manejar sus asuntos.

Bufó divertido cuando los niños de Odasaku lo jalaron entre todos y lo tiraron al suelo, haciendo reír a Ango a carcajadas.

— ¿Cómo está Ozaki-chan?– continuó el menor, recargando su cabeza en el hombro contrario — Sé que dijiste que necesitaba descansar, pero ya descansó mucho, ¿no?

Suspiró, aunque sabía perfectamente cómo tratar ese tema con Yumeno. Bueno, más o menos.

Caminaron en silencio, cruzando un extremo del jardín hasta llegar a las escaleras que conducían a la salida del palacio. Bajó al niño con cuidado, y ambos tomaron asiento en un frío escalón, mirando el pueblo a la lejanía.

— ¿Le pasó algo malo?– insistió, tomando el brazo de Dazai — ¿Por eso estás tan triste?

Osamu rio desganado, sintiendo sus mejillas humedecerse por culpa de las lágrimas amargas que se deslizaban lentamente. Volvió a reír, aunque esta vez, una sonrisa sincera y cariñosa acompañó su expresión.

Atrajo a Yumeno contra su pecho, abrazándolo como mejor pudiera debido a la posición un tanto incómoda, quitando sus lágrimas de inmediato.

— Estoy por hacer algo muy tonto, Q– le confesó, pasando una mano por sus cabellos bicolores — Ni siquiera estoy seguro de esto, no sé qué estoy haciendo... no sé lo que estoy sintiendo...

— ¿Te gusta Ozaki-chan, verdad?

Estos niños de hoy en día y su fijación en todo.

— Estoy enamorado de un chico, uno muy bobo y lindo, muy protector y curioso, tan, tan precioso como ser humano... me gusta el chico que fingió ser Ozaki-chan para cuidar de sus hermanas– admitió finalmente, en un susurro tembloroso — Su nombre real es Chuuya, Chuuya Nakahara

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora