21. Copo de nieve

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La nieve lentamente se convertía en un problema para todos, tanto para los soldados que peleaban con los últimos idiotas, como para los que venían en camino junto con Dazai.

El imbécil ni siquiera lo pensó dos veces antes de tomar las riendas de su caballo y perseguir el humo que vislumbró no muy lejos. De todas formas, no estaba tan alejado de ahí.

Un nudo en su estómago se retorcía con cada minuto que pasaba, sentía el frío llegando hasta lo más profundo de sus pulmones y jadeaba con fuerza al igual que su caballo resoplando. Kanbi fue su regalo por uno de sus cumpleaños, y Yumeno fue quien le puso el nombre debido a su afán por el azúcar moreno.

Cubrió su boca y nariz con la manga de su abrigo, respirando a duras penas por culpa del aire denso y el humo quemándolo de adentro hacia afuera. Sus ojeras demostraban cansancio, sus labios agrietados y los vendajes viejos eran una señal para preocuparse, pero él mismo decidió ignorar sus propias necesidades con tal de encontrar a Chuuya lo antes posible.

Y ahí estaba, viendo cómo sus hombres discutían y obligaban al enemigo a confesar. Sus piernas temblaron al bajar de su caballo, sintiendo un mareo apoderarse de su cuerpo y teniendo que aceptar la ayuda de Akutagawa para no caer al suelo.

— ¡Dazai-san!– le llamó Atsushi angustiado — ¡Tenga cuid...!

— ¿D-Dónde está?– murmuró débilmente — Por favor, di... d-dime que está bien

Se miraron los unos a los otros, incluidos aquellos que estaban atados de brazos y piernas, retenidos como prisioneros del palacio. Un simple tartamudeo de Ryūnosuke fue todo lo que hizo falta para hacerle comprender algo: no tenían ni la más mínima idea de cómo contestar su pregunta.

Tachihara tuvo que apartar a los demás soldados, con los ojos rojos y la garganta rasposa por el humo todavía inundando el bosque.

— Escapó, Dazai-sama– habló con la voz ronca, creando un silencio estremecedor entre todos — Había un tipo al que quería matar con sus propias manos, traté de impedirlo y dejar que descansara al pie de un árbol, y mientras buscaba algo para cubrirle del frío, escapó...

— Tenemos soldados buscando en los alrededores del bosque, pero no hemos encontrado ninguna señal suya– agregó otro hombre, bajando la cabeza — Lo sentimos mucho, este bosque es famoso por las personas que desaparecen

— Dazai-sama, estamos a sus órdenes, ¿qué quiere hacer ahora?

Dazai no tenía idea.

Todos sus recursos, energías, sentimientos y pensamientos se habían ido por un pozo desde que la noticia de la desaparición de Chuuya fue oficial. No le quedaba nada por hacer, excepto forzar a sus hombres a seguir buscando a un maldito suicida incluso peor que él.

Escapó... ¿qué mierda era tan importante como para escapar después de ser la persona más buscada en toda la región?

Si Osamu era un misterio, Chuuya lo era todavía más.

El silencio se extendió durante otro buen rato, llegaron carruajes y más ayuda para terminar de apagar el incendio que podría consumir parte del bosque. Para evitar daños mayores, les pidió a la gran mayoría de soldados que se retiraran. No daba por muerto a Chuuya, algo en su interior estaba suplicando por ser escuchado y continuar con la búsqueda, pero él no era el único cansado hasta los huesos.

Miraba a todas partes a cada rato, con la esperanza de ver su cabello rojizo resaltando entre la nieve blanca, o lograr conectar su mirada con ese par de ojos azules y brillantes como el mismísimo sol; pero no hubo nada.

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora