22. Como un cachorro

104 23 16
                                    

La flama de la vela parpadeó por unos segundos cuando una suave ventisca apareció.

Dazai suspiró por el escalofrío que recorrió su espalda, pero no dejó de escribir con la tinta negra en el papel. Todo el sonido existente dentro de aquella habitación era eso, además del pabilo quemándose lentamente, y la lenta respiración del pelirrojo durmiendo a un lado suyo.

Estaba, por decir lo menos, jodidamente preocupado.

Chuuya debió despertar desde hace dos días atrás. Yosano le hizo todas las pruebas y exámenes posibles para confirmar que se encontraba en buen estado, sólo adolorido y demasiado cansado; pero aún no había indicios de que fuese a abrir los ojos. Dormía desde el amanecer hasta el anochecer, sin siquiera reaccionar a su alrededor.

Habían intentado con todo, y nada daba resultado. Chuuya no les estaba dando respuesta, todo lo que hacía era dormir y de vez en cuando removerse inquieto dentro de las mantas, quizás aceptar las medicinas de manera involuntaria a veces. Pero, Osamu comenzaba a volverse loco.

Apenas sabía de unos cuantos casos de personas que dormían para siempre después de tener algún accidente, algo que los curanderos y boticarios conocían como "estado de coma". Imaginar que Chuuya no despertaría jamás le dió escalofríos otra vez.

Sacudió su cabeza y apoyó su frente en sus manos, viendo de reojo el pecho del pelirrojo subir y bajar con delicadeza. Se veía bien, si no supiera todo lo que había pasado en estos días, fácilmente podría decir que dormía y ya. Ojalá fuese tan sencillo como eso.

Los vendajes en sus brazos y los parches dispersos por todo su cuerpo, los círculos oscuros bajo sus ojos y los rasguños ya cicatrizados le provocaban un nudo en el estómago. No entendía muy bien cómo fue que Chuuya sobrevivió tanto tiempo así, y cómo todavía fue capaz de pelearse a golpes a mitad del bosque en ese estado.

Pasaron cuatro días desde su rescate, tres desde que contactó personalmente con Kouyou y uno desde que se enteró del regreso de su padre. Todo iba de mal en peor, estaba seguro de que una ira incontrolable se acumulaba en su interior y estallaría en cualquier momento.

Miró a Chuuya por última vez, decidiendo soltar la pluma y tapar el frasco de tinta, sólo para salir a tomar aire. No sirvió de mucho, ya que todo el palacio se encontraba mucho más callado que de costumbre, y sólo unos pocos platicaban entre sí, haciendo que el ambiente fuese extrañamente pesado.

— Dazai-san

Se giró para ver a Hirotsu.

También se le notaba cansado, había trabajado tanto como él y los años le estaban pasando factura. Aunque, eso último sólo era un chiste, porque él parecía muchísimo más saludable y activo, a diferencia suya.

— Sus visitas han llegado

Sencillamente asintió, con la mayor calma que pudo encontrar en su interior.

Siempre pensó que ser egoísta era lo más odioso del maldito mundo, ese tipo de personas jamás le agradaron y todo lo que podía hacer era poner una sonrisa falsa al hablar con ellas. Ahora se le caía la cara de vergüenza, porque realmente quería algo por primera vez en toda su vida.

Sin embargo, no podía tenerlo.

No era lo ideal ni lo correcto, no estaba bien hacer esto. Le costó comprenderlo al principio, alguien de su posición y estatus podría tener lo que quisiera en la palma de su mano. Pero, Chuuya no era una cosa que poseer, y no podía evitar pensar en lo que él querría.

Después de esto, tal vez le encantaría volver a su verdadero hogar, con su verdadera familia, y nunca jamas tener que volver a poner un pie en el palacio. Obligarlo a quedarse era un crimen, sería detestable forzarlo a estar en un lugar donde sencillamente no estaba cómodo, y más encima fingiendo ser una mujer.

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora