Ese día en particular, una fuerte tormenta cayó sin precedentes. Era como si el mismo cielo estuviera de acuerdo en que hoy ocurriría alguna tragedia.
A Dazai no le importaba si estaba lloviendo, tronando, nevando o cayendo granizo; esto tenía que hacerlo aquí y ahora. Incluso si sus manos temblaban con sólo pensarlo y el sudor frío descendía por todo su cuerpo.
Escondió la katana detrás de su espalda y entre su haori, casi puesta de manera estratégica para que Mori no la viera de inmediato. Los soldados estaban en sus posiciones, Chuuya estaba en su habitación, y Ougai debería llegar en unos pocos minutos.
Y, lo más importante, les prometió a todos que nada era lo que parecía. Ellos confiaban en el prodigio del palacio bajo la esperanza de una vida mejor para todos, una solución más factible y un futuro prometedor e igualitario.
Esto sería un dolor de cabeza, pero finalmente había podido unir los puntos claves en su plan, y reunir todo lo que necesitaba. Sintió a Odasaku llegando a la par suya, completamente desarmado.
— ¿Listo?
— No...– contestó el castaño con sinceridad — Es probablemente la locura más grande de mi vida
— Bueno, supongo que haberte enamorado también fue una de ellas– bromeó, sacándole un bufido al otro — Ya está llegando, deberías adelantarte
— Sólo prométeme algo
— No
— Odasaku, si esto no llega a funcionar...
— Ya hablamos de esto, así que no
— Pero en dado caso... cuídalos por mí, ¿sí?...
Oda se detuvo a mirarlo unos instantes, su mirada estaba cubierta por un deseo en particular. No tenía duda ninguna, no quedaba rastro del niño que alguna vez conoció y que se escondía bajo la sombra de Mori, solamente un imbécil dispuesto a hacer lo correcto.
Asintió sin tener otra cosa más que reprochar, dejando que Dazai se alejara poco a poco.
Todo el mundo en la entrada se puso de rodillas ante la llegada de Mori, sin embargo, no era por él.
Osamu se abría paso entre los demás, con una seriedad habitual y un semblante que no habían visto en mucho tiempo. Sus botas tabi se encontraron con las lozas mojadas de las escaleras, mientras les daba la señal a los empleados para dispersarse y a los soldados en los pasillos para estar con la guardia en alto.
No esperaba realmente que Mori bajara del carruaje, así que fue el señor Francis quien salió de ahí. Respiró hondo, poniendo la mejor sonrisa que pudo, relajando sus hombros por la fuerza.
— Fitzgerald-san, qué sorpresa tenerlo aquí– le saludó Dazai, inclinándose levemente — ¿En qué puedo ayudarlo hoy?
— Sabes a lo que vine, niño– contestó, prepotente en cierto sentido — Mis cartas no han tenido ninguna respuesta, así que vine yo mismo a buscar una
— Comprendo... ¿gusta pasar adentro? Me temo que estaba esperando a alguien más
— ¿Quizás a mí, querido hijo?
Con que ahí estaba.
— Qué descortés, Dazai-kun– habló Mori desde los escalones, siendo acompañado por varios hombres armados — ¿Mi propio descendiente no puede ofrecerme una taza de té caliente?
— Creo que nadie se tomó la molestia de avisarme de tu llegada, ni siquiera tú mismo
Francis no tenía idea de nada, pero el trato era que debía ayudar a Mori, y su hija Lucy conseguiría un buen marido del extranjero. Él, por lo menos, creía estar haciendo algo bueno por su familia; Ougai estaba consciente del daño que hacía y continuaba de todos modos.
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Mentiras azules // SKK
FanfikceDazai Osamu era el hijo de un hombre despiadado, aunque lleno de riquezas hasta el tope; él, por su lado, no era más que un simple chico de un pueblo poco conocido, pero con dos maravillosas hermanas por las que estaba dispuesto a dar la vida. Así q...