18. Un beso indirecto

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Merodeando por los pasillos del palacio, y viendo que las nubes en el cielo se tornaban de un gris oscuro, Dazai no pudo hacer más que suspirar.

No fue la manera más sutil posible de decirle a Chuuya que sabía de su identidad, ni tampoco las mejores palabras para hacerle saber que había comenzado a sentir algo por él.

Si antes estaba preocupado por ser insensible respecto al tema, ahora sentía que era el idiota más desgraciado del mundo.

Irremediablemente, tuvo que mencionarle a Tachihara a dónde se había ido su señora, viéndolo correr apresurado hacia la habitación que le pertenecía.

Un escalofrío recorrió su espalda, quizás Tachihara era conocedor del secreto y por eso ambos eran tan cercanos, tal vez por eso fue que ocurrió el pequeño drama de hace semanas. Sería lógico que dos hombres tuvieran la suficiente confianza para dormir juntos, aunque no necesariamente abrazados de tal modo.

Le creía a Chuuya, sabía que no era una mentira lo de su poca resistencia al alcohol, había visto con sus propios ojos que comenzaba a ponerse muy alegre con la más mínima gota de alcohol. Confiaba en Chuuya, aunque en Tachihara no mucho.

De regreso a su pequeño cuarto al que llamaba oficina, se encontró con Hirotsu. Se veía algo agitado, claramente había estado corriendo hasta encontrarlo a él, y apenas darle una mirada rápida a las puertas principales de la entrada al palacio, entendió.

El destino lo estaba obligando a reparar lo que rompió.

Los arreglos políticos solían ser por medio de una cena, comida, desayuno, o reunión del té; con este clima era evidente que sus queridos invitados deseaban poder admirar las gotas caer sobre los árboles y hacer ruido contra el lago.

Se golpeó la cabeza con la puerta a propósito, Oda no estaba hoy, Ango no se despegaba de su escritorio como el buen adicto al trabajo que era, y Kunikida no podría venir a rescatarlo asi y ya.

Por ley, debía asistir a ese encuentro con una persona de confianza, y evidentemente, con su esposa.

Además, el tipo que llegó como si esta fuese su casa, era muy amigo de su padre. Su nombre era Francis y si llegara a enterarse del desastre y el engaño en el que había caído, sólo por el capricho de un niño estúpido de bajos recursos, todo el palacio sufriría las consecuencias. No quería que los demás sufrieran por equivocaciones suyas.

Tragó en seco, de pie frente a la puerta que casi nunca veía, esperando a que Tachihara terminara de convencer al otro pelirrojo para salir. Sabía que era algo imposible, Chuuya ni muerto accedería a tener que fingir ser una mujer otra vez, y mucho menos su esposa. Era estúpida la sencilla creencia de que Chuuya querría hacer eso otra vez.

La cuestión era graciosa, Michizou no sabía que Dazai ya sabía, y Dazai no estaba seguro de si Tachihara lo supo antes, y en caso de ser así, desde cuándo. Una completa mierda mal enrollada que le daría dolores de cabeza a cualquiera.

Sin embargo, cuando Tachihara apareció y asintió con la cabeza mientras abría la puerta para dejarlo pasar, sus pensamientos negativos se convirtieron en un nerviosismo líquido que se mezclaba con la sangre de sus venas. Todo su valor, valentía y esperanza pasó a ser pánico.

Todavía lo dudó unos pocos segundos antes de recordar sus razones para estar aquí: salvarle el cuello a Chuuya y salvar el suyo propio.

Entró a la habitación por segunda vez en toda su vida, viendo los muebles en otro lugar distinto al que recordaba, un par de cajones entreabiertos y tres velas encendidas iluminando el lugar. Gracias a esas mismas flamas, fue que pudo ver la figura de Chuuya tras de su vestidor.

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora