16. Flor de loto

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Dazai no sabía si iba a poder soportar más tiempo como estaba.

Transcurrieron tres semanas desde que se alejó lo máximo posible de su esposa, intentando mantenerse ocupado todo el tiempo que pudiese, a veces saliendo de la ciudad por días sin haberle avisado a casi nadie. Su padre no se percató de nada, y eso era lo verdaderamente importante, apenas tener la oportunidad se largó de nuevo a alguna otra parte del país.

Aún así, incluso estando ocupado todos y cada uno de los días de la semana, en su mente se repetían los sucesos de aquella vez. Era como la pelota temari de Yumeno, daba vueltas y vueltas en su cabeza, rebotando de un lado a otro, haciendo un caos en un lugar donde todo estaba perfectamente acomodado, todo lo que creyó tener bajo control se convirtió en lo contrario.

No era el único, pero eso no lo sabía. Si antes no dormía una mierda, ahora su existencia entera se movía a base de un remedio extraño que se robaba de la cocina, estando seguro de que tal vez moriría así. Era mejor que nada, a decir verdad; cada una de sus decisiones tenía que ser analizada primero por Hirotsu, porque él no estaba en condiciones apropiadas.

Chuuya no se encontraba diferente, sus noches se resumían en jugar juegos de mesa con Higuchi hasta que ella se cansaba y se despedía, practicar con su maquillaje, tomar baños excesivamente largos, y quedarse viendo al techo por el resto del tiempo. El silencio comenzaba a volverlo loco, ansioso por la llegada del amanecer para encontrar alguna actividad que ocupara su concentración.

Todo lo que ambos querían era una distracción.

Evidentemente, sus cercanos se percataron de ello en unos pocos días, preguntando sin ser tan obvios, intentando no hacer enojar a ninguno o que supieran de lo que se trataba el complot. Pero, si ellos no cooperaban, no había nada que pudieran hacer al respecto; sus encuentros se resumían en los horarios de comida, si es que tenían la suerte necesaria para estar juntos en el mismo cuarto por más de cinco minutos.

Oda, en su humilde opinión, sabía que Dazai se estaba haciendo idiota; y Yosano, en su humilde opinión, sabía que Chuuya también se estaba haciendo idiota. No había forma humana posible de no darse cuenta de la situación y lo jodidamente incómodo que era el ambiente cada vez que se miraban el uno al otro.

Sus formas de caminar incluso eran casi las mismas, igual de cansinas, fastidiados de no poder encontrar lo que tanto requerían para seguir con sus vidas otra vez.

Con un suspiro profundo que se perdió entre las paredes, Dazai dejó a un lado el pincel recién limpio y lo colocó en su lugar, levantándose de su lugar para dignarse a comer algo antes de volver a sufrir un mareo, de esos que le nublaban la vista en negro.

Los pasillos del palacio se encontraban totalmente vacíos, a esta hora no esperaba entablar una conversación ni siquiera con Hirotsu, quien a veces vagaba por ahí. Oda se lo había dicho en varias ocasiones, el único que caminaba por aquí eran él y el niño fantasma del que tanto se rumoreaba.

Oh, y Chuuya también.

No quería realmente tener que hablar, sabía que quizás sólo empeoraría las cosas y se volverían todavía más tensas de lo que ya estaban, ¿para qué buscar romper a propósito la brecha de un hilo que podía quebrarse en cualquier momento?

Dispuesto a darse media vuelta y olvidar por completo que le había visto, se alejó poco a poco, cuidando sus pasos conforme retrocedía y su corazón se esforzaba en tranquilizarse. Pero, su mal hábito de caminar arrastrando los pies lo traicionó.

El sonido de su fuerte pisoteada resonó con fuerza, y no fue capaz de huir de la escena del crimen antes de que Chuuya se diera cuenta de su presencia. De todos modos e inútilmente quiso esconderse, con la mirada azul brillante del contrario buscándolo sin mucho interés.

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora