Capitulo 20

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   《[ Nota importante.  Aún vienen pasajes de dolor y escenas de flashback comprometedoras.]》

   Roy supo que había comenzado a tener éxito en su triste cometido después de que el chico alquimista saliera en ésa oportunidad furioso y avergonzado, por su petición pervertida. Después de que mostrara su brazo y pierna de automeil, se empecinó en que tenía que ser más duro y comenzó a insistir en que él debería ser el que le iniciara en sus conductas de autosatisfacción sexual. Lo había mirado como quien habla con un desquiciado y creía que sí se estaba comportando como tal. De su propia boca hizo correr rumores malintencionados por el cuartel para que el niño comenzara a sentirse casi perseguido. ¿Por qué lo hizo?¿por diversión? No era necesario pero en un arrebato lo había hecho y ya no había vuelta atrás. Era porque el niño había rechazado sus requerimientos en más de tres oportunidades. ¿Y quién no lo haría? Ya se había dejado bastante con que él le tocara la espalda, el cabello, sus brazos hasta incluso, por una pista más concreta de la piedra, había ido a su casa para él verlo ducharse. Solo eran ésas cosas que estaban en el límite de lo prohibido y la perversión. Pero ésa vez en que él y su hermano desaparecieron casi por un mes en una misión, simplemente entendió que el Alquimista de Acero posiblemente no volvería a intercambiar nada por información.
   ¿Por qué se empecinaba en recordar?

   Flashback

   - Te volviste loco. - dijo el niño con voz amargada.

   Sus ojos dorados parecía más iluminados que siempre, como si el fuego los avivara con furia.

   Estaban en la oficina, tarde, y ya casi todos se habían ido a casa. Había despedido a Hawkeye así que no iría nadie a buscarlo. Había hecho ir al niño, solo por su puesto, y nuevamente por cuarta vez le blandía el sobre.

   - Los datos que tengo son importantes, ya te lo dije cien veces, Acero.
   - No voy a hacerlo.

   Miraba casi sin alterar su rostro la figura tensa del pequeño. Había ido tal vez con un poco de esperanza de que él desistiera de la ridícula petición, pero se había golpeado con su actitud fría e impenetrable. No cambiaría el intercambio.
   Caminó hacia él. No le apartaba los ojos de encima. Tenía los puños tan apretados que casi podía sentir cómo crujían los dedos del automeil. Una gota de sudor le caía por sus sienes. Notaba el leve temblor de sus labios. Llegó a detenerse a dos pasos y pudo escuchar su respiración pesada.

   - Puedes hacerlo como te plazca. Viendo revistas o tal vez quieras que alguien lo haga por ti.

   Él frunció el seño. Era confución y miedo lo que podía leer en su rostro. Después de todo era algo que uno no hacía a la vista de la gente.

   - Masturbarse no es malo...Acero.
   - ¡¡No lo haré!! ¡¡ ESTÁS ENFERMO !!

   Y sus hermosos ojos se habían nublado. Sabía que no lloraría, éso lo humillaría más. Ahora ámbos estaban atrapados. Él no sucumbiría al pedido y tampoco podía darle la información.

   - Te daré tiempo.

   El chico negó con la cabeza.
   De pronto una idea se le ocurrió.

   - Ya lo haz hecho, ¿verdad? - comenzó a dudar, después de todo tenía 13 años y no se le ocurrió que el niño tal vez no se adentraba en ésas cosas aún.

   - Te odio.

   Creyó ver caer una lágrima en ese rostro infantil, antes de que se diera vuelta y daliera como un torbellino.

   Él volvió a su silla tras el escritorio. Creyó sentirse algo arrepentido pero luego deshechó el sentimiento. No podía retroceder. Miró el sobre y lo guardó en su escritorio. Luego lo pensó y lo dejó en el bolsillo de su chaqueta. Fué ése día en que debería haber dejado todo ahí, pero no. Siguió esperando a que el intercambio fuera realizado.
   Después de dos semanas lo obligó a ir a su propia casa, pero no apareció. Entendía que lo que estaba haciendo estaba yendo demasiado lejos. ¿Por qué entonces insistía? Algo perverso se había apoderado de él. Le gustaba verlo. Era un niñito hermoso y hubiera sido perfecto si las prótesis jamás existieran. ¿Por qué? Se preguntaba una y otra vez. Era un hombre hecho y derecho, con una lista de conquistas que envidiaban casi todos en el cuartel. Tenía una reputación de mujeriego que no quería cambiar, ¿por qué entonces se había obsecionado con el niño?
   Buscó la forma y por fín fué a su casa. A la guarida del lobo. Si no iba le contaría a su querido hermanito todo lo que estaba pasando. Citó entonces a un muchacho joven del ambiente y a una chuquilla también. Ella era conocida, al muchacho se lo habían recomendado. La idea era simple. Él averiguaría su tendencia sexual, aunque era un mocoso aún, seguramente ya tendría definido ése aspecto. Pero no salió tan bien como lo había planeado. El niño de cabello dorado se sintió tan mal que se fué en negativas. No se dejó tocar por el chico así que rápidamente él lo despachó y quedó con la muchacha.

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora