Capitulo 36

14 4 3
                                    

El puño golpeó fuertemente el escritorio de la General Armstrong. Su mano firme y su mirada furiosa hacía ver que el estrés de los acontecimientos estaba a flor de piel.

- ¡¿ Cómo es posible que seas tan idiota ?! - la mujer, después de enterarse de lo que había ocurrido con el pequeño alquimista, decidió encarar a Mustang, antes de reunirse con el resto - ¡¡ Tú mismo me informaste del problema !!

Con una mueca de fastidio, el hombre se cruzó de brazos. No había forma de defenderse.

- Ahora dime - la mujer que estaba de pié tras su escritorio, miró fijamente los ojos negros del uniformado - ¿ Qué pasó con el homúnculo que raptó al niño ? Y no quiero el cuento felíz.

Ella no se dejaría engañar.


El Doctor Marcoh observaba cómo Edward rascaba su ojo derecho, persistentemente.

- Ya déjalo, muchacho. - le tomó su mano, apartándola de su rostro.

Sentado en una de las camillas que había en la consulta de enfermería, el niño de trenza no paraba de balancearse como un péndulo, de adelante hacia atrás. La Doctora de Briggs lo había atendido en primera instancia, pero ahora era su Doctor de confianza el que trataba con él. Los dejó solos y salió a la sala en que se ocupaban de los heridos.

Se sentía miserable. El temblor no había querido abandonarlo y ahora un maldito tic se apoderó de su ojo. ¿Por qué el bastardo de Mustang lo había agarrado así? Su cara, distorcionada por la furia, era exáctamente como la recordaba de su cautiverio. ¿Y si no era él? Le aseguraron que el nuevo Envy estaba muerto, pero no lo podía asegurar. Nunca lo sabría. Debía confiar y no podía, pues su cuerpo lo traicionaba.

Poniendo las manos en los hombros del chico, Marcoh detuvo sus movimientos.

- Quiero que tomes ésto, Edward - le mostró dos pildoras.

El niño, haciendo una mueca, negó con la cabeza. Él quería poder superarlo solo. No le gustaba estar drogado.

- Te lo diré de una vez - Marcoh tomó el mentón del niño para asegurarse de que le prestara atención - Si no tomas ésto me veré obligado a inyectarte. No estoy bromeando. Será una dosis más fuerte y posiblemente te quedarás dormido.

Sabiendo que al chico no le gustaba quedar nokeado lo vió pestañear, evaluando su propia situación. Con otra mueca de fastidio estiró su mano, para recibir el medicamento.

" Un paso a la vez ", pensó el hombre. Desde que había entrado a la enfermería, el niño no pronunciaba palabra. Éso ya estaba mal.

- El temblor pasará pronto. - le aseguró , recibiendo el vaso de vuelta. Lo sintió suspirar, aún nervioso - Creo que la General Armstrong le está dando una cátedra a Mustang - le informó tratando de que el muchacho se sintiera mejor, pero solo obtuvo un gruñido por respuesta.

Edward quería preguntar el por qué parecía que todos estaban más pendientes de él. Era como si supieran lo que realmente le pasaba, pero no podía hacer que su cerebro trabajara bien en esos momentos. Su boca permanecía cerrada, como si tuviera decisión propia. Le molestaba profundamente pensar que habían más personas conscientes de su malestar. No quería saber que su condición fuera de conocimiento público, ni mucho menos los motivos. Quería protestar. Gritarles de que estaba bién, cosa que obviamente no era.

Marcoh, al cabo de unos minutos, tomó nuevamente la presión del pequeño alquimista, notando que sus temblores ya habían pasado. Debía hacer que le hablara ahora para darle el pase de salir de la enfermería. Sabía que la Capitán Hawkeye y dos militares más esperaban afuera por el niño de trenza dorada.

ResilienciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora