❝ Capitulo Dos ❞

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La tía Yurim se sentó frente a Jimin en la mesa del té.

-Bueno, querido. Debo decir que esta ha sido una tarde de lo más sorprendente.

Jimin no podía discutirlo.

Sumergió su cuchara en el posset y trazó figuras de ocho en la pálida y grumosa bebida. Todo el encuentro con el Capitán Min lo había dejado aturdido.

"He venido aquí a casarme contigo, había dicho él."

Y a cambio, ¿qué había dicho él? ¿Le había dado una mordaz e ingeniosa negativa? ¿Destrozado en jirones su sonrisa con su ironía de moledora? ¿Enviado a cabalgar hacia la puesta de sol, bajo juramento de nunca importunar otra vez a un ingenuo doncel ingles en su hogar?

Ja. No, por supuesto que no. Apenas había permanecido de pie allí, tieso como una piedra y el doble de tonto, hasta que su tía había regresado, posset en mano.

"He venido aquí para casarme contigo."

Jimin maldijo su crianza. Cada hijo doncel de caballero era criado para creer que esas palabras -cuando eran dichas por un razonablemente atractivo, bien intencionado caballero- eran su llave para la felicidad. El matrimonio, le había sido enseñado en el transcurso de miles de fiestas de té en casas de muñecas, debería ser su deseo, su meta... su verdadera razón de existir.

Tan arraigado estaba esa lección, que Jimin realmente había sentido una absurda chispa de euforia cuando él había declarado su descabellada intención. Una pequeña voz dentro de él había permanecido de pie para ovacionar. ¡Finalmente pasaste el examen! Al fin un hombre quiere casarse contigo.

Siéntate, le había dicho ella. Y quédate quieta.

Se rehusaba a definir su valía personal en función de una propuesta matrimonial. Mucho menos esta. La cual no era una verdadera propuesta, sino una amenaza... entregada por un hombre que no era un caballero, nada bien intencionado, y atractivo a una medida poco razonable.

-Nunca soñé que esto fuera posible. -Jimin hacía círculos con su cuchara en el tazón una y otra vez-. No puedo imaginar cómo sucedió.

-Sin duda, también estoy sorprendida. La parte de vuelto-de-entre-los-muertos es una gran sorpresa, por supuesto. Incluso más que... -Su tía apoyó su mentón en dorso de su mano y vio por la ventana, mirando hacia el jardín-. Solo mira a ese hombre.

Jimin siguió la mirada de su tía.

El Capitán Min permanecía de pie en el centro del espacio cubierto de césped, dando instrucciones al pequeño grupo de soldados bajo su mando. Sus hombres habían llevado sus caballos dentro de las paredes del castillo para ser alimentados, hidratados y alojados durante la noche. Después de eso, habían expresado una intención de montar el campamento. Prácticamente estaban estableciendo su residencia.

Oh, Dios. ¿Cómo había ocurrido esto?

De la misma manera que todo esto había sucedido, se dijo Jimin a sí mismo.

Era su culpa.Había cometido un error años atrás, de la misma manera que un niño hacía una bola de nieve. Había sido una cosa pequeña, manejable y de aspecto inocente al principio. Había cabido en la palma de su mano.

Luego la bola de nieve había rodado lejos de él y dado un rebote salvaje colina abajo. Desde ahí, todo escapó de su control. Las mentiras construidas sobre sí mismas, haciéndose más grandes y ganando furiosa velocidad. Y sin importar cuánto tiempo y cuán duro la persiguiera, nunca lograría conseguir la bola de nieve de regreso.

»Pensar que mi pequeño Jimin, a la tierna edad de dieciséis años, enganchara a ese glorioso espécimen. Y he aquí que yo creía que solo coleccionabas conchas marinas. -La tía Yurim jugó con su pulsera tipo brazalete-. Sé que nos contaste mucho acerca de tu Capitán, pero asumí que estabas exagerando sus cualidades. Parecería que en lugar de ello estabas siendo humilde. Si fuera treinta años más joven, podría...

Mo chridhe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora