❝ Capitulo Veintidós ❞

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Jimin encontró un placer inesperado en ser el anfitrión. Lo encontró mucho más fácil que ser un invitado. Estaba tan preocupado de que la cerveza no faltara y supervisando el progreso de los platos, saliendo y entrando de la cocina, que podía mantenerse al margen del salón y escabullirse por un momento, cada vez que la multitud se volvía demasiado para él.

Lo más conveniente de todo, es que apenas tuvo tiempo de pensar en Yoongi. Lo vio una o dos veces de pasada. Lo saludó con un asentimiento brusco, pero no se detuvo a charlar.
Parecía completamente probable que podría no volver a hablarle antes de irse por la mañana.

Menos mal. Parecía que no había nada más que decir.

Cuando la tarde estaba menguando, todo el mundo se levantó de las mesas bordeando el Gran Salón y caminaron, estómagos llenos y todo, hasta el punto más alto con vista al lago.

A medida que el día se convertía en crepúsculo, un pequeño grupo de aldeanos se reunieron para hacer una hoguera. En vez de traer carbón del hogar de alguno de ellos, crearon una máquina de tipo rudimentaria con palos, casi como un taladro. Luego de casi una hora de hacerla más grande y más fuerte, una ola de humo se levantó de la madera frotada.

Una mujer se apresuró con un puñado de musgo seco y virutas de madera. Con unos soplidos pacientes —y quizás, algunas maldiciones y oraciones— el pequeño resplandor se convirtió en una llama. Y con muchas manos trayendo más combustible, la llama se convirtió en una hoguera.

El whisky fue pasando alrededor, junto a trozos de pastel de avena con frutas. Jimin declinó educadamente la primera, pero aceptó felizmente la segunda.

—Asegúrate de que no es la marcada —dijo Hoseok.

—¿Qué quieres decir?

—Es tradición. Uno de los pasteles está marcado con carbón. Quien saque uno, lo lanzamos a la hoguera. —Guiñó.

—Que tradición tan encantadora. —Examinó su pastel de avena—. No tiene carbón.

—Vivirás para ver el siguiente Beltane, entonces.

Un brillante y alegre violín lo golpeó, y cuando miró, su origen fue una sorpresa para él.

—No sabía que Jake tocara el violín.

—Oh, sí —dijo Hoseok—. Tenía uno que trajo con él a la campaña. Lo arrastró con él por los Pirineos y de vuelta, pero se arruinó al cruzar un río. El capitán acaba de traerle ese desde Inverness el otro día.

Jimin mordisqueó su pastel de avena y jugó a las escondidas con una niña rubia escondida tras la falda de su madre.
Luego de algunas rondas de esquivar y esconderse, le ofreció a la niña el resto de su pastel de avena y recibió una tímida sonrisa sin dientes a cambio. Jimin pensó que era un excelente intercambio.

De vez en cuando, veía a Yoongi  por el rabillo de sus ojos, por lo general, conversando con un campesino o uno de sus hombres, o pasando otra ronda de whisky. Nunca hicieron contacto visual.
Una vez pensó que sentía el calor de su mirada. Pero cuando se volvió a ver, no estaba por ninguna parte. Supuso que estaba imaginando cosas.

No sería la primera vez.

Jimin se paró cerca de la hoguera, abrazando su manta más apretada sobre sus hombros y observando a las parejas bailar la música que Jake proporcionaba. A juzgar por la forma en que hombres y mujeres hacían fila, la ronda no parecía muy diferente a la de los bailes tradicionales del país inglés.

Mientras los bailarines hacían cola para un nuevo baile, Jiung apareció a su lado.

—¿Te gustaría unirte?

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