❝ Capitulo Catorce ❞

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Jimin no creyó que Yoongi hubiera sido lo suficientemente tonto para dejarlas, pero si esas cartas estaban en algún lugar del castillo, estaba determinado a encontrarla antes de que él regresara.

Se estaba preocupando demasiado por él, tontamente demasiado. No podía repetir el mismo error que había cometido cuando tenía dieciséis. Lanzar esas cartas al fuego era la única esperanza si no quería pasar el resto de su vida atrapado en una mentira de su propia creación.

Desafortunadamente, después de muchas polvorientas horas de búsqueda, no había encontrado la más mínima pista. Durante los últimos dos días, había abierto cada cajón en cada mueble, comprobado detrás y debajo de ellos, también. Ahora había cambiado su mirada a sus paredes.

Esta tarde, se detuvo y examinó la Larga Galería, una habitación en el piso superior del castillo que se extendía por toda la longitud de la torre. Los paneles de roble presentaban una repisa moldeada donde la pared encontraba el cielo. Desde donde Jimin estaba, no se veía lo suficientemente profunda para ocultar un paquete de cartas… pero no había manera de estar seguro más que comprobar.

Tiró de una silla de respaldo alto hacia la orilla de la habitación y subió en ella, parándose de puntitas para estirar sus dedos en la hendidura llena de telaraña y pelusa.

Nada…

Nada…

Se estiró en un esfuerzo por alcanzar la esquina.

Na..

—¿Qué es todo esto, entonces?

Jimin casi cayó de la silla. Después de recuperar su agarre en los paneles y asegurar su equilibrio, se dio la vuelta para enfrentar al intruso.

—Oh. Buenas tardes, Jake.

—¿Cómo sabes mi nombre? —Inspeccionó la galería, cauteloso—.
¿Qué es este lugar?

Su mano fue a su cadera, como si estuviera buscando el arma que esperaba estuviera ahí. Jimin fue de repente consciente de lo grande que él se alzaba, y lo pequeño que era él en comparación.

Y lo solos que estaban en este momento.

Su corazón empezó a latir un poco más rápido. Si no lograba calmarlo, esta situación podría ponerse peligrosa de verdad.

Jimin se quedó muy quieto y levantó las vacías —y polvorientas— manos. Repitió las palabras que le había escuchado decir a Yoongi y a sus camaradas tantas veces.

—La guerra ha terminado, Jake. Estás de vuelta en casa en Escocia. Este es el Castillo de Lannair, y has estado aquí durante casi una semana. Jiung, Hoseok, Namjoon, Jay… están trabajando afuera, recogiendo piedras.

Su ceño se arrugó.

—¿Quién eres?

—Soy Jimin. El enamorado del Capitán Min, quién le escribió todas esas cartas. Estamos casados ahora. —Hizo una seña hacía su tartán y el luckenbooth.

—¿Lo están?

Asintió.

El rostro del hombre se relajó.

—Es un bastardo afortunado, entonces.

—Gracias. Y tú eres mi persona favorita.

Sonrió.

—Entonces soy un bastardo afortunado, también.

Jimin no pudo evitar sonreír. Este hombre debe haber sido muy encantador una vez, cuando había estado sano de cuerpo y mente.

Mo chridhe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora