❝ Capitulo Ocho ❞

1.9K 404 155
                                    

Yoongi sabía que su novio no había estado contando con acoger a media docena de soldados para la cena. Sin embargo, no ofrecería disculpas por incluirlos. Necesitaba mostrarles que este matrimonio era real, independientemente de lo que había -o no había- sucedido anoche en su alcoba.

El comedor del castillo ciertamente era lo suficientemente grande para acomodar a su clan improvisado. Incluso con cinco de sus hombres, Jimin, su tía y Yoongi presentes, todavía no llenaban toda la mesa.

Más que nada, los hombres merecían esto... sentarse a una mesa servida con vajilla de porcelana y plata, y ser servidos con trozos de carne asada, jalea de frutas, ostras, ricas salsas y más. Esta era la lujosa bienvenida que les había prometido en el campo de batalla. Y Yoongi no hacía promesas que no pudiera cumplir.

Esos hombres -estropeados y desechos como estaban- habían sido lo más cercano a una familia que Yoongi alguna vez hubiera conocido. No iba a defraudarlos.

Durante los primeros dos platos, simplemente comieron en asombroso silencio.

Hoseok, por supuesto, lo arruinaría tan pronto como la agudeza del hambre se hubiera ido.

-Debo decir, señor Min, que lo que el Capitán nos dijo acerca de usted... Bueno, no le hace justicia.

Jimin le lanzó una mirada preocupada.

-¿Ah? -preguntó la tía Yurim-. ¿Qué dijo el Capitán Min acerca de él?

-Muy poco, señora. Pero si fuera yo quien hubiera sido tan afortunado, cada hombre en el regimiento estaría enfermo de escuchar mi alardeo.

Namjoon resopló.

-De todas maneras, cada hombre en el regimiento estaba enfermo de escucharte fanfarroneando.

Con una sonrisa tímida, Jimin bajó su copa de vino. Tocó su clavícula con la punta de un dedo, acariciando distraídamente arriba y abajo la delgada cresta.

Yoongi había notado que hacía eso cuando estaba nervioso.
Desafortunadamente, el pequeño gesto que él encontraba tranquilizador no tenía un efecto similar en él. Al contrario... encendía cada uno de sus deseos mundanos.

Tragó en seco, incapaz de alejar su mirada de esa única y delicada punta de un dedo acariciando de atrás hacia adelante. Y de ida y vuelta. Era como si pudiera sentir ese gentil toque provocador sobre su piel. En su...

-Entonces, Capitán -dijo Jiung, aserrando un trozo de carne de cordero-. Ahora que estamos todos juntos, cuéntanos la historia completa.
Comienza por el principio. ¿Cómo lo cortejaste?

Yoongi se dio a sí mismo una enérgica sacudida y cambió su atención hacia su plato.

-De la manera habitual.

-Como le dije, señora -dijo Hoseok-. Es un hombre de pocas palabras.

-¿Un hombre de pocas palabras? -dijo la tía Yurim-. Pero seguramente está equivocado. ¿Puede ser este el mismo hombre que le escribió a nuestro Jiminie tantas cartas hermosas?

-¿Cartas?

-Oh, sí. Le envió a nuestro Jiminie infinidad de cartas de amor. Muy elocuentes y bien expresadas.

¿De qué demonios se trataba esto? Yoongi le envió una aguda mirada inquisitiva a Jimin. Él mordió su labio y miró fijamente hacia su vino.

-Estoy segura de que las guardó todas. Jiminie, ¿por qué no las bajas, así el Capitán puede leer algunas? Siempre deseé que pudiéramos oírlas en ese encantador acento escocés.

-No será necesario -dijo Yoongi.

-Tal vez no necesario -dijo la mujer mayor-, pero creo que sería dulce.

Mo chridhe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora