❝ Capitulo Veintiuno ❞

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—¿Jimin? —Tía Yurim asomó su cabeza con turbante a través de la puerta. –Taeri me dijo que estabas empacando tus maletas. ¿Está todo bien?

—Tía Yurim, siéntate. Tenemos que hablar.

Preparó sus nervios. Era el momento. Hace mucho tiempo. Este pantano de mentiras lo había absorbido cada vez más con los años. Había terminado metido hasta el cuello, y esta vez no iba a tener ninguna ayuda de Yoongi. Le correspondía a Jimin liberarse.

Primera regla de los pantanos: no entres en pánico.

—¿Qué pasa, Jiminie? —pregunto tía Yurim.

Respira, se dijo a sí mismo.

—Yo… tengo mucho que decir. ¿Puedo pedirte que tengas paciencia conmigo hasta que lo haya dicho todo?

—Por supuesto.

—Cuando tenía dieciséis años y vine a casa desde Brighton, te dije que había conocido a un oficial escocés a orillas del mar. —Jimin tragó con dificultad—. Mentí.

Ahí estaba. La gran confesión, en dos silabas. ¿Por qué había sido tan imposible de decir en voz alta durante tanto tiempo? No podía comprenderlo.
Pero ahora que las había dicho de una vez, al parecer no había problema en decirlas otra vez.

»Mentí, —repitió—. Nunca conocí a ningún caballero. Pasé todas las vacaciones solo. Cuando vine a casa, todos estaban esperándome para ir a la Ciudad para mi temporada. Sentí que entraba en pánico ante la idea de la sociedad, así que inventé esta salvaje falsedad sobre un Capitán Min. Y luego, solo continué diciéndolo. Por años.

—Pero… a menos que esté yendo a la demencia en mi vejez, hay un hombre en este castillo. Uno cuyo nombre es Capitán Min. Luce bastante real para mí.

—Es real. Pero nunca antes lo había visto. —Jimin apoyó su cabeza sobre sus brazos cruzados—. Lo siento mucho. Me avergüenzo, y he estado temiendo que supieras la verdad. Quería decírtelo hace años, pero estabas tan encariñada con la idea de él… y estoy tan encariñado contigo.

—Oh, mi Jiminie. —Tía Yurim frotó su espalda en círculos suaves. De la forma en que había hecho cuando Jimin era un niño—. Lo sé.

—¿Sabes que lo siento?, ¿Puedes perdonarme?

—No solo eso. Lo sé todo. Las mentiras, las cartas. Que tu Capitán Min simplemente era fantasía e imaginación. Siempre lo he sabido.

Sorprendido, Jimin levantó su cabeza.

—¿Qué?

—Por favor no te ofendas con esto, querido, pero no era una historia muy creíble. De hecho, era más bien absurda, y no eres especialmente talentoso en el engaño. Sin que yo apostara por ti, no creo que la historia hubiera durado un mes con tu padre.

—No entiendo lo que estás diciendo. ¿Quieres decir que nunca me creíste? ¿Todo este tiempo, has sabido que mi Capitan Min era un montaje, y nunca dijiste una palabra?

—Bueno, acordamos que parecías necesitar tiempo.

—¿Nosotros?, ¿Quién es “nosotros” en esa frase?

—Lynforth y yo, por supuesto.

—¿Mi padrino también sabía que había inventado a un pretendiente?
—Jimin escondió su rostro entre sus manos—. Oh, Señor. Esto es tan vergonzoso.

Vergonzoso, pero también, extrañamente liberador. Si esto era verdad, al menos no necesitaba sentir que había heredado este castillo bajo falsos pretextos.

Mo chridhe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora