6. Rumores

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Sumeru era probablemente la región más amplia y vasta en todo Teyvat. Tenía desde densos bosques, hasta desiertos infinitos y profundos oasis donde volaban criaturas salvajes y dóciles y algún ser humano sin rumbo. Y a pesar de eso, los rumores hallaban su propia forma de volar en cuestión de segundos, expandiéndose por la nación y, por naturaleza, volviéndose más bien un hecho que una simple suposición.

— ¿Es en serio? — susurraban dos chicas en la facultad — No lo creo, no...

— Es sólo un rumor... — se encogió de hombros la otra, restándole importancia — Como puede ser cierto, puede que solo nos estén tomando el pelo. A la gente importante le gusta inventar cosas para ganar relevancia.

El nerviosismo en los ojos de Collei era obvio. Ella misma había asistido a la boda y dudaba mucho que cualquiera de los rumores que circulaban en ese momento fueran mínimamente posibles. Claro, porque no era posible. Ella había visto los impecables trajes que llevaban, sí. Y habían muchos invitados, sus padres, sus amigos... Es cierto que no habían dicho sus votos, pero eso no probaba nada, ¿verdad? Seguramente había una explicación. Quizás los habían dicho en privado, porque siempre hay personas que prefieren intimidad antes que dejar una buena impresión.

La chica se despidió de su compañera y se apresuró a salir del recinto para llegar con su hermano a casa.

— ¡Collei! No corras tan rápido en la Academia. Pueden llamarte la atención — reprendió el mayor —. Tienes suerte de que no sea maestro aquí. De otro modo...

— Sí, Nari, de otro modo ya estaría en graves problemas — completó con una pizca de aburrimiento que controló para que no pareciera arrogancia —. Qué digo graves, gravísimos. Qué digo gravísimos...

— Ya, ya — cortó Tighnari —. ¿Cuál es la prisa, eh?

La chica de cabello verde apretó los libros en sus manos contra su pecho y miró cuidadosamente a los lados hasta que se cercioró de que nadie más los escuchaba.

— Nari, ¿ya oíste los rumores?

Las orejas de Tighnari reaccionaron antes de que pudiera articular una palabra.

— ¿No...? — su hermana tomó su muñeca y lo arrastró a un aula vacía, cerrando la puerta detrás de ella —. Collei, me estás asustando, ¿qué pasa?

— Creo que es mucho lo que se dice y me da miedo que se extienda más de lo que debe, pero es tu amigo y necesitas saberlo.

La cola de Tighnari y sus orejas se pusieron en alerta máxima. Si bien no sabía si alguien estaba en peligro, prefería prevenir que lamentar.

— Collei, en serio, me asustas.

— No, no — lo tranquilizó —, no es grave... pero me preocupa que si el rumor sigue creciendo, afecte su imagen.

— Y... — pausó Tighnari — ¿Me vas a contar el maldito rumor? Me tiembla el ojo.

— Está bien — tosió nerviosa, tomando asiento cerca suyo —. Estaba hablando con Amani, y me contó que esta mañana estallaron los susurros por algo que pasó ayer en casa de Cyno.

— Ah, pero... Cyno, no, Cyno no es mi amigo, no — repitió algo inseguro, negando con la cabeza —. Él no, no me interesa, no. ¿Ya nos vamos?

Collei lo volvió a sentara la fuerza y negó con un suspiro.

— Esto no es sobre el inepto de Cyno. Bueno, no del todo. Es sobre Kaveh.

Tighnari guardó silencio, pero casi chilla al ver que su hermana no continuaba el relato. — Me estás torturando, dilo todo de una vez.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora