10. Fiebre

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Alhaitham se mantenía abrazado de Kaveh, quien podía sentir su temperatura rozando el cielo, y no precisamente porque se estuviera enfermando también.

Estaban en un lugar público, y no cualquiera. Era el cumpleaños de su padre, suegro de su esposo, por lo que además de estar expuestos, estaban el ojo del huracán. Cualquiera con dos dedos de frente sabía que ese evento, más que ser un cumpleaños, era de relaciones públicas. Un intento forzado que quería pasar por un caso fortuito, donde los recién casados podían dejar en claro de una forma disimulada que los rumores eran eso, solamente habladurías sin fundamento alguno; alimentadas por cizaña y con intenciones de dudosa procedencia.

Y vaya espectáculo les estaba dando Alhaitham. Solo tres personas en la fiesta sabían que la raíz de su comportamiento era su mera falta de conciencia, y él ya era uno.

— Alhaitham — tartamudeó en voz baja, tapándose la cara con el dorso de su mano que aún sujetaba un vaso de agua fría —. Vámonos de aquí. Estás muy mal.

— Perdí las llaves.

Kaveh se contuvo para no echarle el agua a la cara. Llevó los hielos a su frente, haciendo que sobresaltara de forma ligera.

— Te las confisqué yo en cuanto te bajaste del carro, idiota — lo regañó —. Bajaste del auto sin siquiera apagarlo, por obvias razones me las quedé yo.

Alhaitham no dijo nada, se limitó a cerrar los ojos. Kaveh se estaba desesperando, por lo que se zafó de su agarre; solo para ser atraído de vuelta, esta vez frente a frente.

Tighnari tosió ligeramente, desconcentrando a Kaveh antes de que pudiera gritarle alguna grosería a su supuesto esposo.

— ¿Interrumpimos? — preguntó el chico mientras reía de forma discreta.

— ¿Eh? — se atragantó el rubio — N-No, para nada...

Una cara desconocida le llamó la atención. Se alejó un poco de Alhaitham, sin quitar el vaso con hielos de su frente.

— Buenas noches, soy Albedo — se presentó el chico que llevaba de la mano a Tighnari —, es un gusto conocerte al fin, Kaveh.

— Igualmente — sonrió el rubio, tratando de darle su mano, solo para terminar ofreciéndole el vaso de agua helada —. Ay, lo siento. Tengo las manos algo ocupadas...

Albedo negó simpáticamente, restando importancia al tema.

— ¿Asumo que él es tu esposo, Alhaitham? — preguntó curioso, tratando de descifrar al hombre frente a él.

— Presente — dijo a secas. Kaveh quiso golpearlo con desesperación.

— Tiene mucha fiebre — explicó su esposo —. No quiso perderse la fiesta de mi padre, pero no creo que pueda estar mucho tiempo más aquí...

Albedo se acercó a Alhaitham, lo examinó de cerca y se dispuso a revisar sus signos vitales con un equipo que quién sabe dónde sacó.

— Kaveh, necesito hablar contigo — Tighnari susurró —. Necesito hacerlo rápido, Alhaitham parece estar por desmayarse...

— Dime, Nari — alentó —, me tienes muerto de intriga desde que tu llamada.

Tighnari analizó el rostro de su amigo. Era lo más cercano a una divinidad que había visto en su vida. Siempre parecía recién salido de alguna revista, vistiendo con clase, sonriendo de oreja a oreja. No se atrevía a ser la persona que le rompiera una ilusión y lo mantuviera en la miseria, era algo que no podría permitirse jamás. Y aunque quizás no era su mejor amigo, o su más cercano o su más constante, sí que le tenía aprecio, y cada que el rubio tenía tiempo no dudaba en ser el primero en ofrecerse a pasar el rato a su lado.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora