7. Café

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Kaveh miró a Alhaitham completamente asustado. A veces podía ser un hijo de perra y no solía desaprovechar la oportunidad.

— ¿Lindo? ¿De qué hablas...?

El peligris agitó el llavero de león en el aire con obviedad.

— El llavero, ¿qué más?

El rubio se sonrojó ante su propia confusión. Sí, era obvio, se lo acababa de lanzar al pecho; claro que hablaba de eso. ¿Entonces por qué...?

— A-ah, sí — asintió con efusividad, intentando disimular su vergüenza —. Sí, yo... Sí, pasé por una tienda y tenía que llevarme el par, así que...

— De nada le va a servir a Cyno, cuando entré su departamento estaba sin llave — comentó con aburrimiento Alhaitham, bebiendo el café que sus amigas le habían obsequiado. Bueno, quizás no sus amigas, pero asumía que si Kaveh podía robarle a Dehya y Candace, él estaba en todo su derecho de robarle a Faruzan y Layla.

El mayor balanceó su peso de una pierna a la otra mientras jugaba nerviosamente con sus manos detrás de la espalda.

— Es que... no es para Cyno — aclaró —. Es para ti. Quería disculparme.

Alhaitham arqueó una ceja. Estaba oyendo mal, seguramente. ¿Kaveh estaba disculpándose con él?

— ¿Y eso por qué? — inquirió — Creo que en todo caso, te debes una disculpa a ti mismo.

Kaveh sintió una pequeña picazón en los ojos antes de continuar.

— Te metí en problemas innecesarios y estoy consciente de ello.

— Menos mal que lo sabes.

El rubio le aventó una duraznoliva a la cara, pero su mala puntería lo llevó hasta atinar en la chimenea, que por suerte, estaba apagada.

— Esto es difícil para mí, idiota. Déjame terminar — inhaló y exhaló profundamente, alistándose —. Primero te mentí, luego arruiné una oportunidad muy buena y después te grité cuando lo notaste. Y para colmo — suspiró — nos metí en rumores y ahora todos estamos en una situación muy tensa. Quise el llavero como una especie de... representación de mi arrepentimiento, una muestra de paz, no sé. Fui un estúpido, y lo siento mucho.

Alhaitham lo miró de arriba a abajo unos segundos. Definitivamente nunca lo había visto en una posición tan vulnerable, ni en una tan valiente. Sin pronunciar palabra, se acercó a él y alzó su mentón con un dedo.

— Está bien, yo también pude comportarme mejor y no lo hice por el calor del momento — acarició una de las pecas en su mejilla izquierda, dejando a Kaveh perplejo —. Pero, si te sirve de algo, ni tú y yo juntos pudimos ser la mitad que tarados que tu muy estúpido novio.

Alhaitham le apretó la mejilla con una sonrisa traviesa y se hizo hacia atrás como reflejo. Reflejo que, por cierto, fue bastante acertado; pues el rubio le asestó un golpe en el pecho con una sonrisa débil.

— ¿Entonces...? — susurró Kaveh, ligeramente inseguro — ¿Todo bien?

— Todo bien — aseguró Alhaitham, alcanzando la bolsa de café que le había obsequiado Faruzan —. ¿Ya has probado este café?

— ¿Hm? — Kaveh se inclinó un poco, inspeccionando el empaque —. No, en realidad creo que no. He visto que está en casa de Faruzan y Layla, pero siempre me preparan de otro, no sé por qué.

— Yo sí lo sé — alegó Alhaitham —. Es porque es especialmente para Faruzan. Pero mira, la propia señora me regaló esta.

Kaveh lo miró incrédulo, los labios ligeramente separados y con una expresión de desconfianza en los ojos.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora