18. Liyue

423 67 36
                                    

— Eh, ¿chicas? — preguntó el rubio asustado, usando una mano para cubrirse los ojos del sol y la otra para aferrarse con terror al brazo de Alhaitham.

— ¿Sí, guapo? — el tono orgulloso de Dehya lo ponía nervioso y a la vez lo emocionaba, pero aún no podía creer lo que estaba viendo.

— Digamos que — Alhaitham palmeó la mano de Kaveh, que comenzaba a enterrarle las uñas en el brazo — cuando dijeron que visitaríamos el centro de la ciudad, supusimos que sería la de Sumeru, no Liyue.

La bella ciudad de los contratos se encontraba apenas a dos kilómetros de ellos, pero ya podían observar el puerto y el ajetreo de la vida citadina.

— El misterio y romanticismo han muerto — lamentó Dehya, pateando una roca en la montaña en la que se encontraban. Kaveh rezaba a todos los Arcontes habientes que no le permitieran caerse y partirse la cara, pero la sensación del anillo de Alhaitham sobre el suyo lo estaba distrayendo. Al final, no supo a quién le rezó o si le iba a hacer caso, pero tampoco se afligió mucho al respecto — ¿Qué caso tenía decirles que veíamos? De todas formas lo íbamos a hacer, a nadie le viene mal una sorpresa. Ahora, nenitas, si han terminado su visita al baño, súbanse y vámonos de aquí.

El rubio quiso visitar el baño después de media hora en el auto de Candace y bajó en una gasolinera cercana, totalmente ajeno a que había salido del país. Caminó con tranquilidad al baño, solo para gritar con horror al ver todo en otro idioma.

Se apresuró a volver al automóvil, pero los tres ya se encontraban cerca del borde de la montaña mientras Dehya señalaba la ciudad. Un mal día para aterrorizarse con las alturas, pero sentir la necesidad de mantenerse cerca del chico de cabello gris.

¿Cómo es que ninguno había notado que pasaron tanto tiempo en la carretera sin llegar al centro? No lo sabía. Quiso dejar el misterio vivo para no molestar a Dehya, pero honestamente no tenía idea de cómo fue que no había notado los minutos pasar.

Quizás era porque iba en la parte de atrás molestando a Alhaitham, trenzándole el cabello como a él le gustaba hacerlo y compartirle de los broches que él mismo le había regalado en su luna de miel. El chico no se quejaba y mucho menos se quitó la trenza, incluso se alejó por reflejo cuando Dehya quiso tocarla.

Era ese tipo de cosas las que hacían a Kaveh dudar sobre si en realidad había perdido algo al separarse de Cyno, algo que le hacía cuestionarse si no es que había ganado algo al darse cuenta de la forma en la que se sentía cuando buscaba refugio en sus brazos y pasaba las noches frías del otoño perdido en su esencia y cálidos abrazos.

Candace le ayudó a Kaveh a alejarse de la orilla sin desmayarse, pero al ver que se rehusaba a soltar a su compañero, se alejó y le permitió llevarlo por sí mismo a su lugar en el auto.

— Queremos mostrarles la sucursal de la joyería en Liyue — sonrió la mujer y tomó el asiento del piloto —. Hace tiempo que Dehya y yo trabajamos en ella y supusimos que les vendría bien una visita para distraerse y relajarse, ¿no creen?

— Hicimos sus maletas sin que lo notaran — su novia rió con malicia y golpeó la rodilla de Alhaitham —. A que no te la esperabas, fortachón.

— Bueno, debo admitir que pensé que estábamos yendo a Aaru — el chico apoyó su brazo en el respaldo del asiento, rodeando los hombros de Kaveh sin tocarlo mucho —. No pensé que sería Liyue.

— Escuché que Aether está en la ciudad con su novio, el bajito — señaló Candace con una mano, sin quitar la vista de la carretera —. Dehya le avisó que veníamos, por lo que lo más seguro es que salgamos con ellos después de que vean la tienda.

De Anillos y Promesas | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora